Victoria Federica Marichalar Borbón es la aristócrata española que peor lleva su condición, y con diferencia. Ya puede decir misa en la entrevista que ofreció a Vicky Martín Berrocal, que el peaje a pagar por pegarse la vida loca sin pegar ni un sello le parece exageradamente caro, y no quiere pagarlo. Ni familia real ni gaitas. Su predisposición a aceptar ser objetivo de la prensa del corazón, especializada en personajes como ella, es nula. Y se monta muchas películas para evitarla. 

Ya que hablamos de personajes de revista, podemos hacerlo de Tana Rivera, hija del torero ultra Francisco Rivera y la socialité Eugenia Martínez de Irujo. Cayetana es íntima de la influencer aspirante a mocatriz. Tenían cita para ir a los toros, a ver a Andrés Roca Rey, amigo especial intermitente de la borbona. Después de ver la matanza coronaron la noche con una cenita en un restaurante con aspecto pijo. Bebida y manduca entre confidencias, cotis muy fuertes, descubrimientos comunes, gozo y algarabía. Pero, ¡ay! Victoria Federica es humana. Algo le pasaba. O eso aseguraba Tana, que al acabar el festín pasó de VIP a guardaespaldas. Un cambio de papel que le veia grande. No era creíble, ni tampoco disuasivo. La prensa que hacía guardia allí pasó de ella y del escándalo que armó. Incluso la hundieron. Es así.

Andrés Roca Rey / GTRES

Rivera quería que se marcharan, que hacía muchas horas que estaban allí. El discurso de niña bien ofendida, nominado a los Goya: "Lleváis toda la tarde. Esto no es normal, ¿no? ¿No creéis?" La réplica, a la primera: "¿Tú crees que a nosotros nos apetece estar aquí? Yo lo que quiero es estar en mi casa". Tana, descentrada, provocaba el temido efecto Streisand: que algo intrascendente pase a crear un interés desmesurado. "Es que se encuentra mal. Y ahora que va a salir, encontrándose mal, ¿y vosotros grabando?" No lo sabía, pero había dado en la diana. Sí, Tana. Sí. Ahora sí. Es de primero de celebrity. La joven se hacía un lío, acto seguido: "Es que creo que ya esta fuera de lo... de lo... sentimental". Como decía aquel, 'no hay más preguntas, señoría'. La escena acaba aquí. Y vamos a la siguiente.

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Tana Rivera / Europa Press

Y claro, la gran estrella, la que se encontraba tan mal que necesitaba que los paparazzis abandonaran la zona por caridad cristiana, salió del local. Tenía gestos extraños, pero no de una enfermedad. Quizás de una indigestión, o vete a saber. Las cosas que pasan durante una cena en una jornada tan agitada como el de Vic. Intensísima, sin descanso. Un día más en la oficina, pero no se engañen: debe ser cansado ser ella. Pasa factura. Total, que ahora nos ha quedado la duda: ¿qué le pasaba a Victoria Federica? ¿Por qué el numerito de Tana? Lo dejamos aquí, dejando volar la imaginación. Quizás acertamos y todo.

Victoria Federica sale del restaurante / GTRES