Durante años, Juan Carlos I ha protagonizado episodios que han puesto en jaque la imagen de la monarquía española. Sus escándalos no solo han llenado titulares, sino que han obligado a la Casa Real a intervenir en numerosas ocasiones para evitar situaciones aún más comprometedoras. Sin embargo, algunos episodios han sido tan vergonzosos que incluso la Guardia Real ha tenido que actuar para sacar al exmonarca de lugares en los que nunca debería haber estado.

Lo que en su día se consideraba un rey carismático y cercano al pueblo, con el tiempo se convirtió en un problema que su hijo, Felipe VI, ya no podía seguir encubriendo. La Zarzuela, avergonzada, tuvo que asumir que Juan Carlos no iba a cambiar su estilo de vida, y las imágenes de su cacería en Botsuana fueron solo el principio del declive.

Juan Carlos de caza en Botsuana / EFE

Los rescates de urgencia: un rey fuera de control

A lo largo de los años, el rey emérito se ha visto envuelto en situaciones que han requerido la intervención inmediata de su entorno más cercano. En varias ocasiones, su presencia en casas privadas y en situaciones comprometidas, acompañado de señoritas de pago, ha desatado el escándalo, obligando a la Guardia Real a actuar con discreción para sacarlo de escenarios comprometidos.

El problema no era solo su comportamiento, sino las compañías que frecuentaba y las circunstancias en las que era encontrado. Testimonios cercanos afirman que Juan Carlos ha sido rescatado en estados que no correspondían con la dignidad de su título, generando una profunda preocupación en la familia real.

Desde su proclamación en 2014, Felipe VI ha tratado de limpiar la imagen de la Corona y recuperar la confianza de la ciudadanía. Sin embargo, los constantes deslices de su padre hicieron que su paciencia llegara a su límite. Aunque el vínculo entre ambos había sido fuerte en el pasado, la vergüenza que el emérito le hizo pasar en repetidas ocasiones le obligó a tomar medidas drásticas.

Juan Carlos firma su abdicación

Juan Carlos I acaba con la paciencia de Felipe VI

La abdicación no fue suficiente. Los escándalos financieros y el uso de dinero opaco agravaron aún más la situación, pero lo que terminó por sentenciar a Juan Carlos fueron sus actos fuera de la vida institucional. No solo perjudicaban a la monarquía, sino que también hacían que su propio hijo quedara en evidencia.

Después de numerosos episodios bochornosos, la Casa Real se vio en la obligación de tomar la decisión más dolorosa: forzar la salida de Juan Carlos de España. Aunque oficialmente se habló de una retirada voluntaria, la realidad es que su presencia se había convertido en un lastre insostenible.

Desde entonces, el rey emérito ha intentado mantener un perfil bajo, pero su historial sigue pesando sobre la institución. Mientras tanto, en Zarzuela todavía resuenan los ecos de aquellos días en los que la Guardia Real tuvo que acudir de urgencia para evitar que su conducta terminara de hundir la monarquía.