Hablar del 20-N es sinónim de viajar en el tiempo. Para la mayoría de los lectores de EN Blau, la fecha de la desaparición del dictador Franco. Quién más, quién menos, todo el mundo recuerda la intervención del presidente del régimen Carlos Arias Navarro, lloriqueando aquello de 'Españoles, Franco ha muerto' . Un aniversario celebrado por seguidores y enemigos del personaje: los demócratas, perseguidos y represaliados, por la esperanza de dejar atrás la etapa más oscura y vergonzante del estado español. En el caso de los ultras, sin embargo, se trata de una efeméride triste para ellos y de exaltación del caudillo fascista, que este año han tenido que conmemorar en el cementerio de Mingorrubio-El Pardo, el nuevo emplazamiento de la momia después de la exhumación del Valle de los Caídos.

Franco muerto

Pero no, no crean que la imagen de un dictador fallecido, responsable de la muerte de miles y miles de seres humanos de su 'querido' país es una de las más aterradoras que hemos visto un 20-N. De hecho, hay otra que hace llorar mucho más que el último suspiro de Paquito. Llorar de miedo. De incredulidad. De angustia. El protagonista no es un caudillo. Es un rey. El rey del pop, Michael Jackson, poniendo en peligro la vida de su tercer hijo, Prince Michael II, sacándolo al balcón del hotel de Alemania donde se alojaba. Jackson no encontró una idea más alocada para complacer a los 200 fans que se reunían en el exterior del establecimiento con la esperanza de ver a su ídolo. En vez de alegría se llevaron un susto morrocotudo y muchísimo pánico, al ver al bebé con la cabeza tapada con un pañuelo y expuesto a una caída desde un quinto piso, mientras su padre y estrella mundial de la música hacía una mueca escalofriante. En aquel momento el mundo dejó de tener dudas: Jackson había perdido el norte.

Michael Jackson Flickr

Afortunadamente, el episodio no acabó en tragedia, pero pasó a formar parte del triste epitafio de un icono universal. Otro 'icono' infame y aterrador, Franco, ya había firmado el suyo 27 años antes. Afortunadamente, aunque este 2019 parezca "vivito y coleando". O algo parecido.