No se me ocurre nadie que haga bajar más la líbido que Francisco Franco. Pero supongo que Carmen Polo pensaba totalmente diferente. Mientras la nieta de ambos, Carmen Martínez Bordiú, está saliendo con un australiano que va por los aeropuertos diciendo 'Aquí estoy yo', los descendientes del dictador todavía tienen pendiente de vender el Pazo de Meirás, el nidito de amor del general y la generala. 8 millones por unas paredes que engloban los secretos de alcoba de un personaje nocivo para las libertades humanas.

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La periodista Pilar Eyre, en su artículo semanal en la revista Lecturas, explica que estuvo de extranjis en una ocasión. Y una vez dentro, vio el "cuartito con artesonado de madera donde pasaba sus veladas el matrimonio Franco: un televisor, dos sofás viejos y la mesita donde cenaban. En la pared, unos platos de cerámica de Sargadelos, cuadros pintados por el caudillo y un ciervo abatido en la Sierra de Cazorla que nos miraba con ojos tristes". Un bodegón lamentable. Sólo de imaginarlo da grima.

Además, Eyre explica que la familia Franco también está buscando comprador para otra propiedad, La Piniella, una finca en Asturias que la collares heredó de su madre. Aquí fue donde Franco y Carmen Polo pasaron su noche de bodas. Una noche lamentable, a juzgar por el relato de la escritora. Una celebración gris e insulsa, como la imagen que proyectaba el dictador.

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16 de octubre de 1923. Él tenía 30 años y ella 23. Después de celebrar una ceremonia en la parroquia de San Juan el Real de Oviedo, la parejita fue a La Piniella a hacer lo que toca. Pero quizás la barra libre del convite se salió de madre. Quizás los generales y gobernadores emborracharon al matrimonio haciendo la conga por todo el recinto. O quizás Franco tenía agujetas de tanto levantar el brazo. El caso es que el dictador y su mujer pasaron una noche de bodas para olvidar.

Según Eyre, la misma Carmen Polo explicó en la revista Estampa, seis años después de consumarse el matrimonio, como fue la noche de bodas. Fue la única entrevista que concedió en su vida. Y fue una lástima, porque podía haber sido una gran precursora de las tronistas de Mujeres y hombres y viceversa, explicando el pudor que tenía con pelos y señales.

Polo prácticamente reconoce que se dejó puestos los collares. También, que ella y Franco acabaron por el suelo... Pero no por lo que os pensáis...: "la primera noche que pasamos juntos, rezamos de rodillas en el suelo cuatro rosarios"... Qué manera más picante de empezar la noche.

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¿Qué podía ir mal con un inicio similar? De hecho, en la misma entrevista, la mujer de Franco se hizo una fotografía con una botella de champagne. LA BOTELLA DE CHAMPAGNE. Un Piper Brut extra de 1918. ¿Qué decía el pie de foto?:  “la generala guarda como recuerdo de aquella noche el champagne que no llegaron a beberse”. Cuatro padrenuestros y la botella por estrenar... Todo muy apasionado. Por cierto, la única hija de Franco y Carmen Polo fue Carmencita Franco y Polo. Nació en 1926. Tres años después... Está claro que aquella noche de bodas no se gestó nada. Ni la pasión.