Catalunya ha sido, tradicionalmente, tierra de inventores y creadores de objetos o productos que después han traspasado fronteras. Las pastillas Juanola, la máquina de hilar lana, el Chupa-Chups, el submarino o el porrón, son algunos ejemplos. En materia alimentaria, la lista es larga: la chanfaina, la salsa romesco, el pan con tomate, el aguardiente, el cava o la crema catalana. Pero también, de algunos productos menos 'naturales', pero igual de conocidos, especialmente por todos aquellos que hemos sido pequeños desde finales de los años 70. ¿Por ejemplo, quién no ha comido nunca aquel pastelito conocido como Pantera Rosa?

Generaciones y generaciones han probado esta pequeña delicia en forma de pastelito de color rosa, con unos puntos de nata en su interior, que simulaban al famoso personaje silencioso aparecido en los dibujos animados que le hacía la vida imposible al inspector Clouseau, con música del mítico Henry Mancini.

Un pastelito que forma parte de la iconografía de muchos niños, una bomba dulce de relojería, un placer culpable que le debe su éxito al químico catalán de Sant Vicenç de Castellet, y vecino de Castellar del Vallès de toda la vida, Josep Puyol, que tuvo la buena pensada en el año 1973 y que Bimbo rápidamente comercializó. Un Puyol que lamentablemente nos ha dejado a la edad de 87 años. En una entrevista hace unos años en RAC1, hizo algunas jugosas confesiones a Marc Serra del Versió RAC1, como por ejemplo, que la Pantera Rosa nació por casualidad y que la primera Pantera Rosa estaba hecha de mezclar unos cuantos Bucaneros con el primer colorante que encontró: "Era asquerosita", reconocía delante de los micrófonos:

 

O que si se deja una Pantera Rosa al sol, se vuelve de color blanco.

Hoy, el día es más gris, con su defunción. Pero él querría que lo transformáramos en rosa, como su pantera. Descanse en paz.