"Buscáis la fama. Pero la fama cuesta. Y aquí es donde váis a empezar a pagar... Con sudor". Una de las frases más míticas del universo boomer, de los que tenemos cuarentaymuchos o cincuentaytantos, de aquella televisión de los años 80 tan añorada, es sin duda esta que pronunció la profesora de baile de Fama, 'Lydia Grant' (la actriz Debbie Allen). Pues de fama y de sudor va lo que ha confesado alguien que también se dedica a las artes escénicas, en su caso, la música: la ex triunfita Ana Guerra.
Casada hace poco con el actor Víctor Elías ('Guille' de Los Serrano), hace unos años le cambió la vida cuándo entró a formar parte de la novena edición de Operación triunfo el año 2017. La canaria, que compartió éxito brutal (era el retorno del programa después de muchos años, la gente lo esperaba con ganas) con compañeros como Amaia, Aitana, Alfred Garcia, Nerea o Cepeda, quedó clasificada en quinta posición, con algunos números que todavía recuerdan los fans, como este de 'La bikina':
Cuando salió de la academia de OT fue un golpe muy fuerte de asumir, un cambio de vida radical, ahora que se enfrentaba al mundo real y entraba de lleno en la industria de la música dispuesta a hacerse un espacio. Un cambio de aires que le vino muy bien, entre otras cosas, para poner su ego en su sitio y bajar de las nubes. En el podcast de Upeka by Aegon se ha sincerado sobre cómo se lo hizo para hacerse a su nueva situación y cómo cambió su perspectiva después de una recomendación de su terapeuta. "Cuando salí de OT no podía hacer vida de una persona normal porque sentía que ser normal no estaba dentro de los planes de ser cantante. Y no era capaz de ir al súper, no era capaz de ir al cine, no era capaz de nada porque sentía que la mirada del de enfrente me juzgaba", ha empezado.
Y fue su terapeuta quien le dio el mejor consejo para ser consciente de qué pan se cocía en el exterior y para que fuera consciente de que no tenía que caer en la tentación de la altivez o no creerse más de lo que era. Explica que le dijo que fuera sola al museo del Prado de Madrid, para ver cómo se sentía y qué sensaciones tenía en aquel ambiente de cultura rodeada de visitantes y de obras de arte. ¿Y qué pasó una vez allí?: "Ahí me sudaban las manos, me sentía fatal y sentía que todo el mundo me miraba y que me habían reconocido. Sentía que todo el mundo estaba juzgando el qué hace Ana Guerra sola en el Prado", ha confesado Guerra. Pero como se suele decir, se le acabó la tontería de golpe. ¿Por qué? Porque afortunadamente para ella, "a los 20 minutos de estar dentro del museo, consigo ver que nadie me estaba mirando a mí y que prácticamente nadie se había dado cuenta ni de quién era yo. Me di cuenta de que el Prado estaba rodeado de mucho más arte que el que tengo yo y de algo mucho más conocido de lo que yo soy".
Una reflexión necesaria y real.