Política y corrupción nunca se habían dado de la mano con la crónica rosa hasta aquel 5 de septiembre de 2002. A aquella España va bien de la mayoría absoluta de Aznar sólo le quedaba una foto después de la del trío de las Azores. Y era esta: el presidente casando a su única hija en El Escorial con ínfulas de boda de Estado. Como si se tratara de la tercera infanta, Ana Aznar escogió por marido a un sibilino hombre de negocios, Alejandro Agag y entre todos hicieron una lista de invitados que 15 años después se ha convertido en el who is who de la corrupción.
Dos ministros condenados por los casos Nóos y tarjetas black (Matas y Rato), los acusados como jefes de la trama Gürtel (Luis Bárcenas, Francisco Correa, el Bigotes, Jesús Sepúlveda, Ana Mato) primeros ministros extranjeros sospechosos (Berlusconi) o cuestionados (Blair). La creme de la creme de aquella etapa oscura. Aznar tuvo que responder incluso si la lista de bodas incluía obsequios pagados con dinero de la Gürtel.
Algunos recuerdan la primera escena de El Padrino de Francis Frod Coppola. Mientras la hija se casaba con un pipiolo, el partriarca Don Vito recibía en un besamanos a los capos que venían a pedir favores. Aznar parecía más contento que en su propia boda con Ana Botella. Hoy contempla cómo tiene medio consejo de ministros, entre acusados y testigos, en el banquillo de la Audiencia Nacional por diferentes sumarios.
De loos 15 años transcurridos, la cuádruple A (Ana Aznar y Alejandro Agag) guardan el mejor recuerdo en sus cuatro hijos (Alejandro, Rodrigo, Pelayo y Alonso). Del resto se han intentado desmarcar, resignados que entre mil cien invitados podía pasar de que se les colara algún cuñado plúmbeo o algún amigo sinvergüenza. Pero si repasar el álbum de fotos de una boda acostumbra a hacerse pesado, excepto para los novios, en este caso es un trabajo más apropiado para jueces y fiscales.