Fue uno de los temas que más removió la crónica negra –y la rosa– en el final del pasado verano. Daniel Sancho, el hijo del célebre actor Rodolfo Sancho, fue detenido en Koh Phangan, en Tailandia, por el presunto asesinato del cirujano colombiano Edwin Arrieta. La narrativa no era sencilla, puesto que no solo le habría quitado la vida al facultativo, sino que todo estalló a nivel mediático en el momento en el que las autoridades comenzaron a encontrar restos del cuerpo repartidos por diferentes lugares de la isla. Desde entonces, el aluvión de informaciones, más o menos contradictorias, fue un constante que, por necesidades de la actualidad, ha ido perdiendo notoriedad, pero nunca la presencia en las tertulias o la prensa cuando ha habido novedades.
Especial atención en el principio, después de que se descubriera este macabro entramado al que se llegaron a dedicar programas especiales. No solo para desgranar el suceso, sino también para comprender qué habría llevado a este chef madrileño a cometer tal atrocidad. Cuál era su estilo de vida, qué relación tenía realmente con Arrieta, a quien pidió favores para intentar librarse de la cárcel y cómo estaba siendo su vida en el penal de Koh Samui, donde internó el 7 de agosto y las condiciones distarían de ser demasiado agradables. Todas las miradas puestas, también, en su familia. Silvia Bronchalo, su madre, se desplazó tan pronto como pudo hasta el país asiático para visitarlo prácticamente a diario. Más tarde haría lo mismo su padre, que contrató los servicios del conocido letrado de los famosos Marcos García Montes. Ambos, aunque mucho más el protagonista de Al salir de clase, pendientes de preparar una estrategia de defensa que evitase el peor de los desenlaces para su hijo: la pena de muerte.
Y es que, poco a poco, y más allá de las filtraciones –más o menos– interesadas de la nueva imagen del 'youtuber' culinario dentro del centro penitenciario, se fueron conociendo las revelaciones de las pesquisas policiales, así como el informe final de acusación de la Fiscalía. En él, se imputaban tres delitos a Sancho. El asesinato premeditado del colombiano, el descuartizamiento y la ocultación del cuerpo, y la sustracción de la documentación de la víctima para eliminar pruebas. Fue el pasado 13 de noviembre que el recluso compareció ante el Tribunal de Samui, después de negarse a hacerlo en la primera vista por no haber un traductor al español presente en la sala, y desarticuló todavía más el ritmo orgánico del proceso judicial. Daniel Sancho se declaró no culpable de estos delitos, y solamente reconoció, como ya hizo en la escabrosa reconstrucción de los hechos ante los agentes que lo detuvieron, haber participado de la desaparición del cuerpo.
Sea como fuere, y por falta de pruebas, la siguiente vista se tuvo que atrasar hasta este 12 de diciembre, día clave para el caso, puesto que, por fin, se conocería la fecha final para la celebración del juicio en el que la resolución final se hará efectiva. Como ya sucedió en la ocasión anterior, y a pesar de unas asperezas conocidas por todos, sus padres no han faltado a la cita. Prudentes en una jornada de máxima tensión, no se han dirigido a la prensa más que para dar los buenos días.
Ha sido también a la salida del tribunal que las cámaras de los periodistas han captado la imagen más buscada del reo en persona. Dentro del furgón, cabizbajo y con la cara cubierta por una mascarilla. Con el mismo atuendo que mostró TardeAR cuando se filtró una grabación suya dentro de prisión y sin su melena rubia, con el pelo rapado por completo.
Una vez dentro, Daniel ha conocido cuándo comenzará su juicio. Será del 9 de abril al 3 de mayo, y se celebrará de martes a viernes durante 15 días laborables. Además, tal y como ha adelantado EFE, serán unos 57 testigos los que participen en las sesiones.