Gonzalo Suárez es uno de los directores españoles más reconocidos del país. El asturiano, de 85 años, tiene a sus espaldas una filmografía envidiable y respetada por todo el gremio: El detective y la muerte, Remando al viento, Don Juan en los infiernos o El portero han dejado huella de su talento detrás de las cámaras. Y este sábado le concedieron la Medalla de Oro en los Premios Forqué.

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Suárez es una eminencia que vale la pena escuchar. Y no sólo hablando de cine. ElCultural le hace una entrevista donde el cineasta habla sin ambages de la sociedad que lo rodea en un país que conoce lo suficiente. Después de vivir en Barcelona durante la década de los 60 ("Los mejores años de nuestra vida pasaron en Barcelona, mis hijos nacieron allí… Estaba al lado de una frontera donde corría aire europeo, todavía existía la cultura, a diferencia de un Madrid que era muy sórdido, era de una sordidez espantosa"), le preguntan si una vez murió Franco y llegó la democracia, "¿esperaba que España se convirtiera en un país mejor que el que es hoy?". Respuesta: "esperaba que el país no fuera a peor. Eso de “virgencita que me quede como estoy”. No es conformismo pero empiezo a dudar mucho de los utopías porque cualquier tiempo pasado no fue mejor cuando ha durado siglos y no hemos encontrado fórmulas mejores".

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El premiado director pone como ejemplo a Trump ("al que una guerra no le importa, incluso puede soltar una lágrima que se desliza por la mejilla. La guerra encubre a los dictadores y les da lo que buscan. La potencia del patriotismo exacerbado") para escenificar de manera irónica cuál sería la única solución para unir a todos los habitantes de la Tierra: "una invasión extraterrestre". Y es que él considera que "lo único que une es el enemigo común porque somos maniqueos, somos malos". En este sentido, revela una de las frases que le dijo un día otro célebre director de cine español, Juan Antonio Bardem: "me decía que este es el país de uno contra otro, no hay término medio. Siempre es contra quién haces algo y en este aspecto es un país muy miserable".

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Una práctica que en este país se produce en todos los terrenos, también en política, "se lleva a todos los extremos, en la política es asombroso cómo se tratan. Son funcionarios que hemos elegido para que arreglen cosas, no para que se peguen entre ellos".