Hay artistas a los que alguien les tendría que decir alguna vez que la vida no está hecha para que todo el mundo haga lo que a ellos les venga en gana en todo momento. Hay cantantes o actores que para dar un concierto o rodar una película, van con la hoja de exigencias por delante, pidiendo cosas que, lamentablemente, muchos les conceden a cambio de poder contar con ellos. Servilismo en grado máximo a cambio de hacer feliz a unos vips que tendrían que tocar de pies en el suelo y demostrar que por muy bien que hagan un trabajo, no estaría mal que de vez en cuando se dejaran de estupideces. Uno de los ejemplos más paradigmáticos es Jennifer López, que exige que haya grifos de oro y asientos nuevos en el inodoro de los hoteles y tener una butaca especial para maquillarse. Todo el mobiliario y las paredes de la suite tienen que ser blancos y sin rastro de bombones o bollería a su alcance.
Sin llegar a los extremos de la cantante del Bronx, Isabel Pantoja es lo más parecido a una diva que hay en España. La cantante y matriarca del clan telecinquero es el fichaje estrella del nuevo talent de la cadena, Top Star. ¿Cuánto vale tu voz?. La voz de los concursantes no sabemos cuánto cuesta. Lo que sí sabemos es que seguro que no tanto como las condiciones de la tonadillera. La Pantoja será una de las juezas del programa presentado por Jesús Vázquez, al lado de Danna Paola y Risto Mejide, y el programa Socialité ha hurgado en las exigencias que ha hecho saber a T5 a cambio de salir en Top Star.
La más peculiar, fruto de su pánico al coronavirus, ha llamado mucho la atención a los encargados del programa: no puede haber nadie por los pasillos cuando ella pase. Por si las moscas. La Pantoja quiere caminar sin tener contacto con nadie. Y si este alguien tiene que pasar por allí, que se espere. La zona se desaloja para que pueda andar la Pantoja como si fuera la reina de Saba: "Deben estar vacíos para que ella los cruce y si alguien aparece mientras está ella, le piden que se detenga". Tela. Una cosa es que los trabajadores vayan con mascarilla y que no se le abalancen o hablen a dos centímetros y la otra, hacer que los echen a diez metros a la redonda. Y cuando va al lavabo, tres cuartas partes de lo mismo, y si alguien se está orinando, que se espabile y vaya entre dos contenedores, solo les falta decir. También han explicado que mientras el resto del equipo come en un comedor, ella se aísla en un camerino sola. En estas ocasiones, ni sus dos acompañantes permanentes, Celeste y su peluquero, están con ella.
Entendemos que su madre, doña Ana, está en su casa, anciana y enferma, y que su única preocupación en su vida sea cuidarla y evitar cualquier riesgo y exposición. Pero una cosa es ir precavida y con respeto por el contagio y la otra ir por la vida como si vivieras en una burbuja. El problema, sin embargo, es de los que le compran todas sus exigencias y acotan la cabeza a su paso.