El director de cine gerundense, Isaki Lacuesta, poco a poco está labrando una carrera llena de éxitos y reconocimientos en la industria cinematográfica. Desde que empezó a ponerse tras la cámara a principios del siglo XXI, el cineasta cosecha premios con un cine que no deja a nadie indiferente, con películas como Cravan vs. Cravan (Premio Sant Jordi), El cuaderno de barro (Premio Nacional de Cinematografía), Los pasos dobles (Concha de Oro a la Mejor Película en el Festival de San Sebastián) o especialmente, La próxima piel (Premio Sant Jordi i Premi Gaudí a la Mejor película).
Ahora, Lacuesta presenta nueva película, Entre dos aguas, una historia sobre el paso del tiempo y las ilusiones truncadas, y un título que parece muy ilustrativo de cómo se debe sentir él siendo catalán en unos momentos como los que estamos viviendo. En una entrevista para El Periódico, le recuerdan que la última vez que presentó a concurso un filme para el Festival de Cine de San Sebastián, lo hizo con Murieron por encima de sus posibilidades, una película "muy cabreada", según la define el entrevistador.
Cuestionado sobre "cómo lleva el cabreo estos días", Lacuesta explica que "'Entre dos aguas' es una película triste sobre unos personajes para los que no hay salida", explicación que le sirve para lanzar un mensaje a unos determinados catalanes, "recuerdo que la rodé el verano del año pasado, y al volver a Catalunya en septiembre, y ver que aquí todos se quejaban por lo oprimidos que estaban y lo mal que vivían, no supe si echarme a reír o llorar. Eso me cabrea".
Lacuesta considera que a pesar de que "en Catalunya hay muchas cosas que mejorar" y que "es inconcebible que a la gente le den porrazos en la cabeza", también cree que aquí "vivimos muy bien", y lo compara, por ejemplo, con algunas zonas de Andalucía: "hay zonas de Cádiz en las que la esperanza de vida es mucho más pequeña que la nuestra... y están casi al lado". Las palabras de Lacuesta llegan después de otros colegas de profesión que también han dicho la suya sobre el tema, como Josep M. Pou, que ha lamentado que le digan "hijo de puta y traidor y me han hecho sentir mal catalán por no estar de acuerdo con cómo se ha llevado el proceso" o las de otra directora catalana, Isabel Coixet, que asegura que "me siento asfixiada de tanto plástico amarillo y en Catalunya me siento como encerrada en un supermercado que fuera está rodeado de zombies".