Pocas actrices hay en Hollywood con la presencia escénica de Jane Fonda. Protagonista de algunas obras maestras como Descalzos por el parque, Julia, En el estanque dorado o Danzad, danzad, malditos, la hija de Henry Fonda es de aquellas estrellas que han envejecido con una dignidad y un respeto por parte de la industria al alcance de pocos.
Desde que apareció en la gran pantalla en los años 60, a Fonda se le atribuyó, además de un talento incontestable, la faceta de sex-symbol, fruto, en gran parte, de su inolvidable participación en una película de culto de Roger Vadim, Barbarella, donde hacía el papel de una seductora venus galáctica.
Su rebeldía y el decir lo que le pasa por la cabeza cuándo le apetece, sin miedo al qué dirán, le ha acompañado durante cinco décadas, y le ha valido que los directores piensen en ella para hacer papeles de mujeres de carácter y seguras de ellas mismas, como la propietaria de una cadena televisiva en la serie The newsroom o la "Grace" de la serie Grace y Frankie, una directiva retirada de la empresa de cosméticos que fundó que se va a vivir con su amiga Frankie cuando los maridos de las dos les dicen que son homosexuales.
En septiembre estrenará la película Cuando ellas quieren, donde ella y tres amigas septuagenarias reavivan sexualmente después de leer una novela erótica. Y la realidad no tiene nada que envidiar a la ficción. Porque cuando Jane Fonda quiere, habla de sexo. El año pasado, sin ir más lejos, a las puertas de los 80 años, después de la fallida relación sentimental con el productor Richard Perry, y con una prótesis de cadera en su cuerpo, aseguró socarrona que su vida sexual de los últimos años había sido magnífica, "más satisfactoria que en mis años de juventud". Eso sí, confesó que "he cerrado la tienda de allí abajo. No saldré con nadie más, y eso acaba cuando tú lo decides".
Que no practique más sexo no quiere decir que no siga hablando de él: "He escrito un libro sobre el proceso de envejecer donde, evidentemente, hay capítulos dedicados al sexo". Reconoce que entrevistó a parejas de abuelos de noventa años para arriba: "a esta edad, se pierden ciertas cosas, como la espontaneidad, pero planificar también puede ser muy erótico. Y además, las mujeres conocemos a la perfección nuestro cuerpo y no tenemos miedo a pedir lo que nos gusta". Fonda añade que a sus setenta y largos, tomar testosterona la ayudó a tener una vida sexual "extraordinaria", que la hizo olvidar por primera vez el deseo de volver a ser joven, sexualmente hablando.
GTRES
Un sexo al que le atribuye un porcentaje muy alto como responsable de su envidiado cuerpo que ha mantenido a los 80 años: "hasta un 30%". ¿Y el resto? Ella misma responde, como sólo un mito como Jane Fonda puede hacer: "un 30% a la genética, un 30% al deporte y el ejercicio... y el 10% que queda, se lo tengo que agradecer a mi cirujano plástico".