Javier Bardem es un actor descomunal. Hablar de sus cualidades interpretativas a estas alturas de la película no serviría para nada, porque sólo hay que ver cualquiera de los trabajos de este actor inmenso, mayúsculo, superlativo, para darnos cuenta de que estamos ante uno de los mejores intérpretes de la historia.
Hace veinte años, un Bardem que ya llevaba muchos éxitos a sus espaldas, abordó un papel que le haría ganar todos los premios posibles en el cine español y que dejó a todos los espectadores con la boca abierta por su magnetismo, veracidad, credibilidad y humanidad, todo en uno, aquel 'Santa' inolvidable, aquel hombre de clase trabajadora que buscaba trabajo en la maravillosa Los lunes al sol:
Ahora, la vida lo ha vuelto a cruzar en el camino del director de aquel filme icónico, Fernando León de Aranoa, que le ha vuelto a regalar un papel de aquellos que se considera un caramelito. Continúa la crisis, continúan los trabajos precarios, continúa la conciencia de clase difusa y continúan los jefes que se aprovechan de sus trabajadores.
En El buen patrón, Bardem pasa al otro lado, y ahora se ha puesto en la piel de un empresario de provincias manipulador, a quien no le tiembla la mano a la hora de despedir a los empleados, que no tiene principios, pero sí, unas dosis abundantes de carisma que utiliza para sacar provecho profesional caiga quien caiga. Bardem es aquí 'Julio Blanco', un personaje que vuelve a bordar en la gran pantalla:
En una entrevista para El español, el actor confiesa que en su carrera ha conocido muchos 'Julios Blanco', especialmente, el mayor de la industria, Harvey Weinstein: "Tiene un punto de conexión, que es el carisma, son gente que llega tan lejos porque se les justifica y se les perdona desde el carisma. Su intromisión y sus formas paternalistas hacen que uno se dé cuenta tarde, cuando ya te ha invadido y estás a su antojo”.
Bardem habla de carisma, calidad que tienen no sólo hombres y mujeres modélicos, sino también, y a menudo, personas que no son ejemplo de nada, todo lo contrario, personas que han tenido comportamientos lamentables, pero que a veces, todo el mundo les ríe las gracias, como una corte de palmeros.
El medio le expone si "El carisma es fundamental. Como lo suelen tener todos los ‘canallitas’ históricos que se han ido de rositas". Y Bardem responde poniendo en la ecuación un ejemplo paradigmático de 'canallita' con carisma, el rey Juan Carlos: “Si fuera alguien seco o agresivo no querrías saber nada de este señor, pero hay algo de la taberna, del ‘joder qué gracioso es el cabrón’, ese ‘es jodido, pero qué gracioso’. Desde ahí, le abrimos la puerta al gracioso, desde Jesús Gil a otros muchos. Al rey de España, el emérito famoso, ese don Juan Carlos”, dice, con todo el sarcasmo del mundo.
Ese Don Juan Carlos, ejemplo clarísimo de joder qué gracioso es el cabrón, que por el hecho de ser campechano, y haberse mostrado como un canallita que iba de cama en cama, les hace gracia a muchos, que le han ido abriendo puertas, ventanas y lo que haga falta a su paso... esperemos que la justicia, sin embargo, algún día, le cierre la puerta en las narices.