A mitad de los años 90 se puso de moda un género musical no apto para mentes tranquilas. El bakalao inundó cualquier discoteca, especialmente del litoral mediterráneo valenciano, de un sonido contundente, machacón, que hacía despertar a un muerto. Acostumbraba a no ir solo. El pack entero incluía estupefacientes de todos los tamaños y colores y largas noches (y días, y más noches, y más días) sin dormir de rave en rave. Y su máximo exponente era alguien que tenía el 'sutil' nombre de Paco Pil (pastilla, en inglés). Seguro que más de un lector se teletransporta 25 años atrás cuando oye el ritmo de hits como Viva la fiesta o Johny Techno Ska:
Avalancha de jóvenes siguiendo la música levantando una sola pierna y pisando el suelo, con la mano derecha extendida como si estuvieran repartiendo collejas y un rictus extraño en la cara, con la mandíbula tensa, como si estuvieran estreñidos. Paco Pil era el rey de la fiesta, pero años después, la resaca de aquella época todavía resuena, aunque ahora haya quedado en un confuso recuerdo. En los 90, con veintipocos años, vendió miles de discos, cobró 6.000 euros por bolo, estuvo tres años de gira y se compró coches de lujo. Y todo, bien regado con muchas dosis de droga.
"Consumí mucha por diversión. Pero siempre de fiesta. Pastillas de éxtasis, cocaína... bastante desmadre. Nos comíamos unas hamburguesas con 250 mg de éxtasis puro. Piensa que no es lo mismo entrar a un festival en esas condiciones que hacerlo limpio. O si te encierras durante tres días en una habitación de hotel con dos o tres chicas. Antes las drogas eran buenas. Ahora son puro veneno. A los lectores más jóvenes les digo: No os droguéis, lo que se consume ahora es basura y os estáis acortando la vida", son palabras del DJ al diario El Mundo. Y muchas locuras, como liarse con la pareja de un famoso narco: "se quería fugar conmigo. Estuve dos mesis sin poder salir. Sus guardaespaldas le partieron el brazo a un segurata de la discoteca, roto la nariz a otro e incluso le habían puesto una pistola en la boca a alguien más. La verdad es que aquella época podría definirla como "la fiesta que vivimos peligrosamente". Incluso, unos mafiosos pusieron precio a su cabeza para encamarse con quien no debía.
Ahora aquellos años han quedado atrás. Después de aquello, vivió "como un hippie dos años, trabajé limpiando coches o de mozo de almacén. Pero me frustraba que los clientes me conocieran y me fui a hacer lo mismo a Miami". En los Estados Unidos hizo de todo: tertuliano polémico de tv, actor, creador de música para audiolibros o DJ residente en una discoteca de ambiente gay. De vuelta a Barcelona por la madre enferma, ahora se le ha abierto una segunda juventud, volviendo a hacer más de 70 bolos al año:"Formo parte de las vidas de un montón de gente, y a ellos no les puedo decepcionar. Os lo juro por los surcos... de los plásticos más duros", como dice en Viva la fiesta. Pues que la fiesta continúe.