María Pombo vuelve a ser noticia y no precisamente por motivos agradables. No hay que viajar demasiado lejos en el pasado para identificar la última y flagrante polémica que la 'influencer' protagonizó. Evidentemente, en materia de ideologías. Ya se sabe que la Pombo es, en primera instancia, españolísima. Ella dice que no se quiere posicionar, pero ni le hace falta, ni lo intenta con unas ganas desmesuradas, ni le sale demasiado bien.
Antes de que Pedro Sánchez fuera investido presidente del Gobierno y en el medio del devenir de las protestas ultras en contra de la ley de la amnistía, la 'influencer' no podía evitar pronunciarse. Dice que no opina, pero sentenciaba a los independentistas con una consigna incendiaria a través de los 'stories'. "Las leyes deberían ser inquebrantables para todos, no solo para algunos". Ays.
Pues señores, ya avisamos de que la ha vuelto a liar. No por temas de unionismo irrevocable, sinó por cuestiones de saber estar y mantenerse en su sitio cuando la ocasión lo requiere. Quien lo diría de la Pombo, tan fina y perfecta. Convencional, tradicional, protocolaria. Pongámonos en antecedentes, porque si solo decimos que el desastre que aquí nos ocupa tuvo lugar durante la comentada celebración de la gala de los Latin Grammy el 16 de octubre en Sevilla falta demasiado contexto.
Sí, María estaba invitada. En calidad de famosa de Internet, que eso nunca se lo podrá quitar nadie. Solo en Instagram acumula más tres millones de seguidores, que no es poca cosa. Para muestra de su presencia en el evento, las fotos en la alfombra roja que ella misma ha publicado. Ella y su marido, Pablo Castellano, con vestimenta inmaculada y posando en el 'photocall'. Salen bien y todo.
Ojo, porque estas instantáneas que ella comparte con total normalidad para deleite de sus seguidores no fueron tan fáciles de conseguir. Al menos, así lo vendría a hacer saber la información que Adriana Dorronsoro hacía pública en el Vamos a ver de Telecinco. Reiteramos que la Pombo sí estaba invitada a la gala, pero parece ser que no tenía tantos privilegios como el resto de presentes. Es lógico. No era ningún neocertamen. Ni los Ídolo, ni los GenZ, ni los premios de TikTok. Eso iba de música, y la madrileña no es precisamente cantante. Sabemos que le apasiona el himno de España y por eso lo puso a su boda.
Poca cosa más que la relacione con las canciones de cara a la galería. "Me llega que se intentó colar en la alfombra roja de los Grammy", exponía Dorronsoro, añadiendo que "ella quiso posar en ese photocall en el que sólo podían posar ante los medios las estrellas que entregaban galardones, cantante y algunos famosos como Victoria Federica, que iban contratados por unas marcas". Lo que vendría a ser marcarse un Sonía Monroy.
Lo consiguió, pero no sin ponerse farruca. Quería sus fotos reglamentarias. "Se le llegó a llamar la atención en varias ocasiones, diciéndole que no estaba invitada por la organización para posar ahí, pero ella insistió". Si es que todo eso es cierto, el ridículo es estrepitoso.