Desde que el viernes se supo la muerte de Santos Blanco, miembro del mítico grupo ochentero Locomía, dos palabras se han asociado indisolublemente a su nombre: "juguete roto".

El cantante pasó a formar parte de la formación en 1991, justo cuando la popularidad del grupo estaba en su punto más álgido moviendo abanicos y luciendo hombreras al ritmo de "Loco Ibiza, Sexo Ibiza, Moda Ibiza. Loco mia keeps your body movin', Get up on the groove, Get into the mood ger it".

Todavía no se saben las causas de su muerte a los 46 años, pero sí que se van sabiendo más cosas de los últimos años de su vida. Una época trágica que ha acabado de la peor de las maneras. Blanco estaba pasando, de hecho, por el peor momento de su vida después de probar las mieles del éxito en programas y discotecas de todo el mundo. El ex componente de Locomía vivía pidiendo por un alojamiento en un albergue de Gijón que depende de los servicios sociales del ayuntamiento asturiano. Gran parte de su entorno desconocía la situación de indigencia por la que estaba pasando.

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El miembro de Locomía hacía tiempo que llegó a Gijón por motivos laborales en busca de una salida profesional, ya que hacía años que sus éxitos como artista quedaron en el olvido de sus fans, y de la opinión pública. Pero las puertas se le fueron cerrando allí donde llamaba. La situación económica se fue complicando y se vio obligada a vagar por la ciudad, aunque nadie lo reconoció. Su pelo rubio y sus vestidos estrafalarios habían pasado a mejor vida. Blanco consideró que un buen punto de partida para volver a empezar, lejos de los focos, sería encontrar refugio en las instalaciones municipales, pero desgraciadamente llegó el trágico desenlace.