Cuando Sergi López habla, hay que escucharle. No da puntada sin hilo. El de Vilanova i la Geltrú, aparte de un actor inmenso, es un ciudadano con las ideas claras desde hace tiempo. Cuando en El Mundo le preguntaron ¿Por qué quiere la independencia?, su respuesta fue para enmarcar: "Porque sí. ¿Por qué tenemos que justificarnos? A mí no me gustan especialmente las banderas, pero quiero ser independiente para quemar la bandera catalana, para cagarme en La Moreneta y en los símbolos patrios. Y para eso tengo que tener una patria que sienta como mía". Chim pum.
Que a López no le va ni la represión españolista, ni el vasallaje español hacia sus reyes, es un hecho. En el Està passant de TV3 lo saben y le han hecho un juego en una entrevista de Elisenda Carod. Le han plantado diferentes opciones de monarcas, unos franceses (tierra que ama y conoce, y donde ha trabajado a menudo) y otros españoles. A ver con cuáles se queda. Y cada Borbón que aparece queda más hundido que el anterior. Sólo ver a Carlos III le lanza: "A este ya se le ve que es burro, pobrecito. Ha alquilado una peluca y una armadura que ya se le ve que no ha dado un golpe de espada en su vida". Carlos II: "¿Este es un ser humano o no?. Fernando VII: Cuando hacía así (mover la cabeza) sentía ruido de grava y se dijo: ¿'Qué hago? ¿Qué hago'?... y se hizo rey".
Lo mejor: diferenciar entre Napoleó Bonaparte y Felipe VI. Y ni en esta batalla sale vencedor el rey español: ¿"Este chico es el que sale por la tele a veces, no? ¿Quién ganaría de los dos? ¿A qué: ¿los dados, la brisca, la butifarra? Él (Felipe) no ganaría a nada en absoluto. Napoleón, en cambio, era un máquina. Un psicópata, completamente, sin embargo...":
López, sin embargo, se equivoca. Felipe gana en una cosa: en callar como las ratas cuándo tiene que hablar claro y reconocer las miserias de su padre o condenar a los abyectos exmilitares con ganas de fusilar a 26 millones de españoles que no piensan como ellos.