Hubo un tiempo, mucho antes de que existieran las mil plataformas que hay ahora, mucho antes de que la pregunta típica en las comidas y cenas familiares y de amigos sea "¿Qué serie estás viendo?", mucho antes de que tardáramos media hora en decidir si nos ponemos Netflix, Prime Video, Disney +, HBO o Movistar, y media hora más en decidir qué serie escogemos, había un tiempo, decíamos, que todo el mundo, absolutamente todo el mundo, estaba pendiente sólo de una serie. La precursora de toda esta fiebre seriéfila de nueva hornada, la chispa que hizo que se inventara la palabra spoiler, la serie que originó todo un mercado negro de lápices de memoria que iban pasando de mano en mano con cada nuevo capítulo. Una fiebre semanal (qué tiempos aquellos) donde con cada final que abría una nueva incógnita te tenías que aguantar y esperar siete días a que se emitiera un nuevo capítulo, y que hizo que millones de personas a esta parte del Atlántico nos levantáramos a las tantas de la madrugada para ver el último capítulo para que nadie nos dijera el final. En definitiva, una serie que ya te atrapaba con la manera como empezaba, cuatro sencillas letras de color blanco sobre fondo negro que se iban acercando y una musiquilla inquietante. Hablamos, evidentemente, de Lost:

Sí, ya lo sabemos, el final fue una chapuza y las últimas temporadas fueron a peor. Es lo que tiene alargar como un chicle una serie que en sus primeras dos temporadas fue perfecta, combinando qué pasaba con los supervivientes del vuelo 815 de Oceanic Airlines Sídney-Los Ángeles que se había estrellado en una isla en medio de la nada con sus pasados. Bendita escotilla, bendita serie de números 4, 8, 15, 16, 23 y 42, bendita Iniciativa Dharma, benditos Los Otros, la comunidad dirigida por Benjamin Linus y, evidentemente, benditos los personajes maravillosos como Jack, Kate, Sawyer, Hugo, Locke, Sayid, Charlie, Desmond, Jin, Sun, Juliet, Libby, Ana Lucía, Penny, Mr. Eko o Michael. Quedémonos con este último, que tenía un hijo que se llamaba Walt, el personaje más joven del elenco, y este, un perro que se llamaba Vincent.

Walt y Vincent, 'Lost'
Walt y Locke, 'Lost'
Walt y Michael, 'Lost'

Por si alguien se pone ahora, 18 años más tarde, a verla, no revelaremos qué pasa con él en la isla maldita ni si consigue salir de allí. Sólo diremos que 18 años más tarde, el actor que le daba vida, Malcolm David Kelley, ya no tiene los 12 años que tenía cuándo interpretó el papel de Walt, sino que ya tiene 30.

Malcolm David Kelley, el 'Walt' de 'Lost', ahora / @therealmalcolm
Malcolm David Kelley, el 'Walt' de 'Lost', ahora / @therealmalcolm
Malcolm David Kelley, el 'Walt' de 'Lost', ahora / @therealmalcolm
Malcolm David Kelley, el 'Walt' de 'Lost', ahora / @therealmalcolm

Y es que el tiempo, como con todo el mundo, también ha pasado por él. Asociado para siempre a su papel en la icónica serie, ha aparcado su vertiente interpretativa después de participar, años después de Lost, en series como Saving Grace, Ley & Orden o Me llamo Earl. ¿Y a qué se dedica ahora? A la música. Actualmente, Kelley es integrante del grupo MKTO (Misfit Kids and Total Outcasts), donde rapea al lado del cantante Tony Oller, excompañero en la serie juvenil Gigantic.

Con su primer sencillo llegó al número 2 en Australia, y con otros temas, al número 14 a las listas de los Estados Unidos. Un músico que de estar perdido en una isla en medio del mar, ha demostrado que ha encontrado su camino.