En Mónaco hay problemas como los habría en cualquier monarquía. Todos tienen algo por lo cual causar repercusión de una u otra forma. No hace falta más ejemplo que ver a los Borbón y apuntar con el dedo a cualquier semana del año, pues algún escándalo habrá pasado. Un buen ejemplo es sin dudas todo el escándalo por las vacaciones en Marivent, que siempre dan algo de qué hablar, pero nada como la batalla campal de este año, donde Letizia negó a todos los familiares de su esposo la entrada a Marivent.
Y eso es solo una semana de las 48 del año. Deja muy claro el nivel de los escándalos o noticias que relacionan a nuestra casa real, aunque realmente no pasan más allá de eso en esta noticia. Un mejor ejemplo para dejar claro que cada casa real siempre da algo de qué hablar son, en el caso de Mónaco, las polémicas giran en torno a Alberto y Charlene de Mónaco.
El importante trabajador del principado, tirado a la calle con efecto inmediato
Lo que más suena cuando hablamos del principado de Mónaco es sin lugar a dudas el matrimonio entre Alberto II y su esposa, Charlene de Mónaco, una mujer tan hermosa como escudriñada por la prensa. Ha sido objetivo de todo tipo de análisis y no puede ni cambiarse el color de pelo porque un sector de la prensa asume que significa algo. Lo que siempre se le ha recalcado a la esposa de Alberto de Mónaco últimamente es su ánimo durante las apariciones públicas, haciendo honor a su mote de “la princesa triste”. Siempre lleva la cara larga, no hay foto reciente de Charlene de Mónaco en la que no se le vea triste, y algunos se romperán las sienes pensando en un motivo, y la pérdida de un amigo que tuvo recientemente basta para esclarecer esta duda.
A inicios del verano nos enteramos de algo que hizo dar una vuelta de 180 grados a las cabezas de los más conocedores: El despido de Claude Palmero, un caballero con una posición cuanto menos importante. Ex integrante del “G4”, uno de los hombres con más poder del principado, pues administraba los bienes del príncipe, cosa que también hizo durante el periodo de Rainiero, ocupando el puesto que le dejó su padre, André Palmero, al morir.
Un confidente para Charlene de Mónaco, el príncipe Alberto preocupado
La posición de Claude Palmero era cuanto menos privilegiada. Se ganó la confianza de los príncipes a un nivel tal que el príncipe Alberto le empezó a encomendar tareas de estricta confianza, y esto le llevó a conocerse mejor con Charlene de Mónaco, quien terminó encontrado un amigo especial, alguien en quien confiar, y algunos aseguran, un verdadero interés amoroso. A diferencia de su esposo, quien lo echó a la calle luego de que se filtraran unos correos que apuntaban a un presunto fraude fiscal de parte de Claude Palmero. La confianza del príncipe se desplomó, pero no la de Charlene, y quién sabe, quizá más pronto que tarde veamos a la esposa de Alberto de Mónaco cambiando de anillo.