Cuatro generaciones antes que Charlene de Mónaco, otra princesa, esposa de Alberto I, abandonó el Principado, tras no sentirse feliz en su matrimonio. Charlene ha sido calificada como ‘la princesa triste’, que pasó la mayor parte del año en su natal Sudáfrica, recuperándose de una infección en la garganta y oído, que la llevó a una serie de intervenciones médicas que mermaron la salud de la nadadora olímpica. 

La princesa Charlene regresó a Mónaco a principios del mes de noviembre, pero el Principado informó que fue recluida en un lugar para recuperarse emocional y físicamente de todo su proceso médico. Hasta ahora, ha aparecido muy pocas veces en redes sociales, no ha protagonizado ningún acto público y se mantiene alejada de su marido y sus hijos, a los que ha podido ver en contadas ocasiones en los últimos meses.

Boda Alberto y Charlene de Mónaco GTRES

Charlene de Mónaco y Alberto II/ Agencia

Tras la repentina muerte de su esposo, el séptimo Duque de Richelieu, título nobiliario creado en el siglo XVII, con quien tuvo dos hijos, Alice Heine se convirtió a sus 23 años en una joven y acaudalada viuda, que era invitada permanente a las fiestas y encuentros de la más exclusiva sociedad europea de ese entonces. En una de esas invitaciones fue cuando conoció al Príncipe Alberto de Mónaco, quien se había divorciado de Lady Mary Victoria Hamilton, con quien tuvo a su único hijo y sucesor, Luis II.

Alberto I de Mónaco y Alice Heine quedaron flechados casi de inmediato cuando se conocieron en Portugal. Pero el padre del heredero tenía muchos recelos porque Alice no era europea, y tampoco estaba emparentada con ninguna familia real. No se casaron hasta la muerte del príncipe Carlos III, en 1889. Ese mismo año, el 30 de octubre, un mes después de la muerte de su padre y de su investidura como Soberano monegasco, el príncipe Alberto y Alice Heine se decían el "sí, quiero" en París.

Alice Heine Prince Albert I

Alice Heine y Alberto I

La nueva Princesa de Mónaco aportó al matrimonio una dote estimada en seis millones de dólares, una auténtica fortuna para la época. Además, tenía una fuerte visión para los negocios. Se convirtió en una suerte de primera ministra que logró sanear las cuentas del estado, y colocarle en una situación privilegiada desde un punto de vista financiero. Asimismo, impulsó el desarrollo cultural de Mónaco, convirtiéndolo en uno de los centros más importantes en toda Europa del teatro, la danza y la ópera. 

Alberto I pasaba muchos días en el mar, entre experimentos y descubrimientos, y es considerado uno de los precursores de la oceanografía. La pareja se separó por infidelidades mutuas. La princesa Alice tuvo un romance con el compositor inglés Isidore de Lara, que enojó mucho al soberano de Mónaco, quien incluso llegó a abofetear en público a Alice. Pero Alberto I también le fue infiel a su esposa con la célebre bailarina española Carolina Otero. La pareja no se divorció, pero se separó en mayo de 1902.  Alice abandonó el Principado y se instaló en Londres, hasta que enviudó en 1922. Murió en París tres años después, a los 68 años de edad.

La princesa Alice escapó aburrida de su matrimonio con Alberto I, y nos preguntamos si el caso de Charlene de Mónaco será el mismo, y si correrá con la misma suerte de su predecesora. Mientras tanto, medios locales han precisado que se mantiene ingresada en una clínica especializada en adicciones y salud mental en Suiza.