Carolina de Mónaco, la princesa que reinaba en los corazones de los lectores de la prensa del corazón en la década de los 70 y 80, vivió un romance que desafió las expectativas de la realeza monegasca. Lejos de los cuentos de hadas, su historia de amor la llevó a cruzar caminos con Philippe Junot, el "emperador de la noche" parisina. A pesar de que no era un aristócrata de sangre azul, su carisma y su pasado vinculado a la alta sociedad despertaron el interés de la mayor de los Grimaldi.

El romance entre Carolina y Philippe no fue recibido con alegría por sus padres, Grace y Rainiero de Mónaco. Los sueños de un enlace con un príncipe o aristócrata se desvanecieron cuando Carolina optó por seguir su corazón. El entonces príncipe Carlos, heredero al trono británico, fue rechazado por ser un hombre “aburrido” ante los ojos de la joven princesa. Sin embargo, la rebeldía y el amor apasionado llevaron a Carolina por un camino distinto al dejarse fotografiar en la cubierta de un yate sin la parte superior del bikini en compañía de Junot, una imagen que rápidamente se difundió a nivel mundial. Ante la intensa presión mediática y considerando la posición como monarcas de un principado que se declaraba católico y conservador, no se permitió dar marcha atrás y finalmente los padres accedieron a que la pareja se casara.

Philippe Junot

“No me felicites, dame el pésame": la desaprobación de Rainiero

La boda, que tuvo lugar el 29 de junio de 1978, fue un espectáculo para los ojos del mundo. Los novios recorrieron las calles vitoreados por sus súbditos, mientras que Rainiero, con sus gafas oscuras como escudo, no pudo ocultar su desaprobación. De hecho, a pesar de la sonrisa forzada de Rainiero, se filtraban palabras de pesar en medio de la alegría. "No me felicites, mejor dame el pésame", expresó Rainiero a Tessa de Baviera en un momento de intimidad. La unión parecía bendecida por la Corona, pero la vida de casados pronto se convirtió en un torbellino de infidelidades y controversias.

Rainiero de Mónaco

Un matrimonio de sueños rotos y escándalos continuos

La vida matrimonial de Carolina y Philippe se desmoronó en un abrir y cerrar de ojos. Apenas dos años después de su boda, las infidelidades de Junot salieron a la luz. Mientras él disfrutaba de la compañía de otras mujeres en Nueva York, Carolina parecía atrapada en una espiral de tristeza y soledad. La relación finalmente llegó a su fin después de dos años y 41 días. En medio de fotografías comprometedoras, Philippe Junot fue captado junto a Giannina Faccio, quien se presentaba como su secretaria pero era claramente algo más. El matrimonio se disolvió rápidamente, y la prensa se burló de lo que llamaron "el fin del capricho". Tiempo más tarde, Philippe admitió que “yo no era un hombre adecuado para Carolina. Pertenecemos a dos mundos distintos”.

Aunque la separación civil fue relativamente sencilla, la nulidad matrimonial por la iglesia católica resultó ser un proceso prolongado y controvertido. Philippe se opuso a la anulación, y Carolina, que ya había contraído matrimonio nuevamente con Stéfano Casiraghi, esperaba que su primer matrimonio religioso también fuera anulado. Finalmente, en 1992, el Vaticano anunció la nulidad basada en la "insuficiencia del consentimiento de Carolina".