En el Palacio Grimaldi, la princesa Charlène es conocida como ‘la princesa triste’, dado que los constantes rumores de divorcio y sus conflictos con sus cuñadas, Carolina y Estefanía, han hecho de su estancia en Mónaco una verdadera pesadilla. Sin embargo, un rasgo que caracteriza a Charlène es la resiliencia, una fuerza interior con la que ha superado una gran cantidad de retos y adversidades desde su infancia.

La esposa de Alberto II de Mónaco nació en Bulawayo, Zimbabwe, en 1978, durante la guerra de independencia de este país africano. A pesar de que se mudó a Sudáfrica en su adolescencia, Charlène nunca olvidó sus orígenes. Sus padres, Michael y Lynette habían vivido toda su vida en Bulawayo, su padre, nieto de inmigrantes alemanes, se desempeñaba en el sector de la informática, y su madre practicaba buceo profesionalmente. En ese momento, el país se llamaba Rhodesia y Charlène crecía muy feliz rodeada de animales en la sabana africana y practicando natación desde los 3 años.

Charlene de Mónaco GTRES

Sin embargo, a los 12 años explota la guerra civil, por lo que Charlène y su familia se ven obligados a emigrar a Sudáfrica, instalándose en un pequeño pueblo a las afueras de Johannesburgo. A ese país llegaron como refugiados de guerra, dejando toda su vida atrás. Durante esos años tan difíciles, la princesa fue testigo de las injusticias y la desigualdad que se vivía por la segregación racial del apartheid. Durante su exilio perdió todos sus recuerdos de su infancia, y también tuvo que enfrentarse a la dura realidad de las hambrunas, dado que vio a muchas personas fallecer a causa de la desnutrición. “Tirar la comida o desperdiciar agua era un sacrilegio”, indicó en una entrevista durante un viaje a la India. Además, también reveló todos los sacrificios que tenían que hacer para poder subsistir. “No teníamos electricidad porque no podíamos pagarla. Mi padre tenía dos trabajos, mi madre daba clases de natación. Sé lo que se siente cuando tienes que ir caminando bajo la lluvia kilómetros para ir a la escuela”, contó.

La natación se convirtió en el escape de Charlène

Con el paso de los años y con mucho esfuerzo, las cosas empezaron a mejorar y su padre pudo fundar su propia empresa de informática. En ese momento, Charlène se dedicaba a sus estudios y a sus prácticas de natación, consiguiendo participar en algunos torneos profesionales.

El padre de Charlène recordó cómo era un día habitual de la princesa cuando tenía 15 años. Para levantarse a las 4.30 de la mañana todos los días y dar decenas de vueltas, a la edad de 15 años, hay que estar muy concentrado y muy motivado. Siempre supo lo que quería y puso los medios. Nosotros la apoyamos para que alcanzara el mejor nivel”.  A los 17 años abandonó sus estudios y se mudó lejos de su familia. En Durban, Charlène es seleccionada para formar parte del Equipo Nacional Juvenil y el resto es historia. Tras haber participado en unos Juegos Olímpicos, la Copa del Mundo y en los Juegos de la Commonwealth, Charlène conoció al príncipe Alberto y comenzó un romance que terminó convirtiéndola en princesa.