Se espera una recuperación lenta, pero se podría decir que lo peor ya ha pasado y sin grandes secuelas. Kiko Rivera ingresó en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla el pasado viernes 21 de octubre de madrugada tras sufrir un ictus. Durante las primeras 24 horas, que eran cruciales para dictaminar los daños, Irene Rosales es quien se encargó de tranquilizar a los familiares y dar los últimos detalles sobre la evolución de su marido a la prensa. El pasado sábado por la tarde fue el propio Kiko Rivera quien contó cómo se encontraba a través de sus redes sociales.
"Quiero agradecer a todo el mundo por haberse interesado por mi estado de salud. Ya estoy en planta un poco mejor, pero no recuperado. Me han llegado todos vuestros mensajes de cariño y me han emocionado muchísimo. No puedo estar con el móvil, pero quiero daros las gracias de todo corazón. Gracias también a las enfermeras y al equipo médico que me han cuidado y me han hecho sentir como en casa. Ha sido un susto tremendo, el mayor de mi vida, jamás pensé que me fuera a dar un ictus y realmente pensé que no salía de esta. Os quiero a todos mucho y si Dios quiere pronto estoy al 100 %", reza su nota difundida en su cuenta de Instagram donde levanta el dedo pulgar.
El ictus cada vez se da en personas más jóvenes, y hay que tener en cuenta que en estos 38 años Kiko Rivera no ha llevado una vida saludable. El joven tenía que mantenerse en observación no solo por si se pudiese repetir el episodio, sino porque además arrastra otras enfermedades, como la gota, entre otras.
Kiko Rivera ha llevado siempre una mala vida: le exigen un cambio drástico
Kiko Rivera no fue nunca un niño normal, o no pudo disfrutar de esos privilegios. Desde que nació fue conocido por el gran público. Era hijo de dos de las personas más famosas de la época. Isabel Pantoja, una leyenda viva de la canción, y Paquirri.
Desde que era un adolescente se le catalogó como “golfo”, una persona que disfrutaba de la noche. No supo gestionar los privilegios. Bebía, pagaba por tener relaciones íntimas y se drogaba, algo que él mismo confirmó y narró. Quedó atrapado en el mundo de la droga. Llegó a gastarse todo su dinero en una vida de desfases. Incluso llegó a pagar todo a sus amigos para que estuviesen a su lado.
Cuando cumplió la mayoría de edad, Kiko Rivera empezó a conceder exclusivas, hablaba en revistas y en platós de televisión. Esa ha sido una de sus mayores fuentes de ingreso a pesar de su faceta como DJ o empresario. De hecho, el año pasado se embolsó más de 100.000 euros echando por tierra la imagen de su madre. Se ha enfrentado a todos sus familiares una y otra vez solo por conseguir liquidez que al día siguiente de cobrarla ya no la tenía en sus manos.
El DJ ha llevado siempre una mala vida. Además sufre gota y diabetes. No practica ejercicio, no come de forma saludable y le está costando alejarse de esos mundos tan oscuros. Suerte tiene de Irene Rosales, la única que le salva de ese camino.
Es probable que tras este bache de salud Kiko Rivera cambie, primero por su salud y después por él. El DJ tiene que aprender a perdonar y a llevar una vida más saludable, ahora por prescripción médica, ya no le sirven las excusas. Como él mismo reconoce, ha estado a punto de no contarlo.
Según Raquel Bollo, el jueves antes de ingresar en el hospital “se despertó de la siesta con media cara paralizada”. La ex de Chiquetete ha relatado en el Deluxe: "Se dieron cuenta de que la cara se le iba para un lado. Esperaron un rato pero como vieron que no se le pasaba, fueron al centro médico en el que trabaja la hermana de Irene. Allí le dijeron que era un ictus y que tenía que irse a Sevilla, donde había una unidad especializada".