Isabel Preysler se hartó de Mario Vargas Llosa. El pasado 29 de noviembre decidieron poner punto y final a su relación de ocho años. Aunque perfectamente podría haber sido algún año menos porque hacía un tiempo que la relación entre ellos no pasaba por el mejor momento. La reina de corazones se planteó romper con el escritor en 2020, hace dos años, pero le dio una oportunidad porque lo vio muy mayor para quedarse solo. Son muchas las manías del escritor que la madre de Tamara Falcó no soportaba.
En su famoso relato que se ha publicado íntegramente, y que aseguran que tiene varios tintes autobiográficos, Mario Vargas Llosa reniega de la rutina de belleza de Isabel Preysler y Tamara Falcó, asiduas a las cremas y a los tratamientos estéticos para combatir el paso del tiempo. Sin embargo, él esconde que se aficionó pronto a este lujo. Estaba con una mujer 15 años más joven que él y no podía verse como una persona tan mayor. Así que pronto se enganchó al mundo del que ahora reniega.
Mario Vargas Llosa se obsesionó con su físico y usaba cremas
En Puerta del Hierro, Mario Vargas Llosa tenía a su disposición a un mayordomo. Le preparaba cada mañana la ropa e incluso le ayudaba a vestirse si era necesario. El premio Nobel se levantaba todos los días, incluso los fines de semana, entre las 5 y las 7 de la mañana para escribir. Era un momento en que la casa estaba en calma y podía inspirarse. Se encerraba en la biblioteca, donde encontró su refugio. Se daba una vuelta por los alrededores y después desayunaba. El servicio le preparaba todos los días el mismo desayuno. Seguidamente, leía los periódicos para ponerse al día y posteriormente atendía entrevistas, recibía visitas y contestaba a la correspondencia. De 19 a 21 horas veían la televisión. Después cenaban y seguidamente el escritor se iba a la cama, generalmente antes de las 23 horas, no era de trasnochar. Le pedía a Isabel que fuese a arroparle y darle un beso de buenas noches.
No obstante, antes de acostarse él también usaba cremas, esas de las que tanto renegaba. No usa perfume porque le da alergia, pero se embadurnaba todo el cuerpo de crema. Aunque donde ponía especial atención era en el pelo. La peluquera de Isabel Preysler fue quien le solucionó uno de sus mayores problemas. Encontró la fórmula perfecta para mantener su cuero cabelludo cano sano y perfecto. A Mario le hacían un champú y un fijador especial para él. Y era asiduo a la manicura y pedicura cada sábado en casa de Isabel. Se ha convertido en un esclavo de la imagen, algo de lo que siempre ha renegado.