Desde su unión matrimonial en 2018, Meghan Markle y el príncipe Harry han permanecido en el centro de la atención mediática de manera constante. No obstante, en los últimos meses, la tensión entre la pareja ha alcanzado niveles insospechados. De hecho, recientemente ha salido a la luz uno de los primeros grandes desacuerdos que la pareja enfrentó tras su desvinculación de la Casa Real británica en 2020. En un vistazo al pasado, recordemos que a mediados de 2021, el mundo aguardaba con gran expectación el anuncio del nombre de la primera hija de los Sussex, y muchos esperaban que fuera un tributo conmovedor a la icónica Lady Di. Sin embargo, según fuentes cercanas a la pareja, Meghan Markle no estuvo de acuerdo con el nombre propuesto por su esposo, por lo que rechazó esta petición.
Un homenaje frustrado: el anhelo de Harry por honrar a su madre
¡El nombre que casi fue! El príncipe Harry suplicó que su hija se llamara Diana, en honor a su madre fallecida en un trágico accidente de coche en 1997. Una fuente interna reveló que Harry estaba emocionalmente comprometido con esta decisión y creía que sería una forma hermosa de mantener viva la memoria de su madre en la realeza. Sin embargo, parece que Meghan tenía otros planes.
Los motivos de esta decisión no están totalmente claros, dado que Meghan siempre ha dicho que se siente muy identificada con el legado de la princesa Diana. Sin embargo, con esta decisión, la duquesa de Sussex da a entender su deseo de evitar que la sombra de su fallecida suegra, una de las figuras más queridas en la historia reciente del Reino Unido, la eclipsara y relegara a un plano secundario. Además, es posible que haya sentido cierta aprensión por transmitir el destino trágico de su suegra a su propia hija.
La tradición de los nombres reales: ¿un dilema cultural?
En un contexto donde la repetición de nombres con el fin de mantener la tradición familiar es común en la realeza, Meghan optó por rechazar la idea de que su hija fuera llamada Diana como primer nombre. Esto podría deberse a que en Estados Unidos, esta práctica no es tan arraigada como en la realeza británica. Sin embargo, aunque no logró persuadir a Harry para considerar nombres estadounidenses como Madison, Amy, Riley o Emily, finalmente accedió a nombrarla 'Lilibet', que era el apodo familiar de la reina Isabel II, y eligió ‘Diana’ como segundo nombre. No obstante, los vínculos con la Casa Real británica no se detienen ahí, ya que Lilibet Diana comparte nombre con una de sus primas. La hija del príncipe Guillermo y Kate Middleton, quien vino al mundo el 2 de mayo de 2015, fue bautizada como Charlotte Elizabeth Diana, rindiendo homenaje a la reina Isabel II (Elizabeth en inglés) y a la princesa Diana. Parece que el príncipe Harry buscó emular el gesto de su hermano al decidir que sus propias hijas también compartieran este hermoso vínculo a lo largo de sus vidas.
Aunque esta tradición es ampliamente difundida en diversas naciones, algunos psicólogos argumentan que no es una elección adecuada, ya que podría imponer a los hijos la tarea de llenar el espacio dejado por otros. Un nombre siempre lleva consigo una narrativa y es posible que la persona vincule su destino con ese nombre de alguna manera.