María Teresa Campos vendió a finales del mes de septiembre su lujosa mansión en Molino de la Hoz. Consiguió deshacerse de la propiedad y de las deudas. No obstante, ha tenido que venderla por mucho menos dinero del que pedía inicialmente. De 4,3 millones de euros a 2,5 millones de euros. Sin embargo, el problema más grave le llega ahora. Al acabar este mes de octubre deberá abandonar la casa y no tiene otra para irse. La comunicadora se enamoró de una casa de alquiler de 200 metros cuadrados situada muy cerca del ático de Terelu, en Aravaca, sin embargo, los vecinos de la zona no quieren más presencia de periodistas en sus calles. Por este motivo, se han puesto de acuerdo para no alquilarle ninguna propiedad.
No es el único rostro de Mediaset que se ha visto con el mismo problema. A raíz de esta noticia, Kiko Matamoros compartió su historia con sus compañeros. La fama es una moneda de doble filo. Tiene sus cosas positivas, pero también negativas. Cuando el colaborador se enamoró de Marta López Álamo y empezaron a vivir juntos en la suite del hotel de cinco estrellas. Pero la pareja optó por buscar un nuevo nidito de amor, ya que ese se les quedaba pequeño. La búsqueda fue todo menos sencilla.
Actualmente Kiko Matamoros y Marta López Álamo viven en pleno centro de Madrid, muy cerca del ayuntamiento, en un palacio del siglo XVIII. Sin embargo, éste no era el lugar soñado por ellos, aunque ahora no lo cambiarían por nada del mundo.
“Cuando me separé me fui a vivir a un hotel, y luego estuve en otro. Al lado del último hotel en el que estaba vi una casa maravillosa, cerca del Paseo de la Castellana y que encajaba perfectamente con mis necesidades y las de mi pareja, además de un arquitecto bastante reconocido y con un diseño estupendo”, comenzaba a relatar Kiko Matamoros. Sin embargo, no pudo hacerse con ella por culpa de su fama.
Kiko Matamoros y Marta López Álamo buscaban una casa que se adecuara a las necesidades de ambos, y preferían que fuese de alquiler. Ambos se reunieron con los propietarios del inmueble y parecía que el contrato estaba casi cerrado, pero unos días más tarde el matrimonio cambió de planes de forma inexplicable.
“Yo estaba encantado y los dueños también encantadísimos. Pero la segunda vez que fuimos a ver la casa para medir ya y pedir los muebles, había dos paparazzi en la puerta y la presidenta de la comunidad llamó al propietario y le dijo que ‘nos va a jorobar la vida a todos, vamos a tener los paparazzi en la puerta y no vamos a poder tener intimidad’ y me dijeron que no”, se lamentaba Kiko Matamoros.
De todos modos este parece un claro ejemplo de que las cosas siempre pasan por algo. Si los propietarios del otro inmueble hubiesen aceptado, éstos no vivirían ahora en el palacio del siglo XVIII, donde están encantados.