Los libros de historia y las películas ambientadas en alguna monarquía han representado a los miembros de la realeza como seres ostentosos que solían ser enterrados con una inmensa cantidad de joyas para demostrar el poderío de su reino hasta en ‘la otra vida’. Sin embargo, Isabel II ha querido romper con esa costumbre al elegir solo dos piezas de su inmensa colección privada de joyas, valuada en más de 110 millones de euros, la cual incluye una selección de 98 broches, 46 collares, 37 brazaletes, 34 pares de pendientes, 15 anillos, 14 relojes, entre muchas otras piezas de joyería fina, para ser enterrada. Con esta elección, la que fuera la monarca más longeva en la historia del Reino Unido demostró que estas dos piezas de joyería fueron las más especiales y significativas en su vida, dado que una representa al gran amor de su vida y la otra su sello distintivo como reina.

En una conversación con el diario ‘Metro’, la jefa de comunicación del ‘National Diamond Council’, Lisa Levinson, indicó que está previsto que Isabel II sea enterrada con su anillo de bodas y sus característicos pendientes de perlas, mientras que el resto de las joyas serán repartidas entre algunas de las mujeres de su familia, según indicó en su testamento. “Su Majestad es una mujer increíblemente humilde de corazón, así que es poco probable que usé algo más para descansar en paz que su simple anillo de bodas de oro galés y un par de pendientes de perlas”, indicó.

 De hecho, la reina ni siquiera decidió llevar a la tumba su anillo de compromiso, una joya elaborada con los diamantes de la única tiara que pudo conservar el príncipe Felipe de Edimburgo de su madre, Alicia de Battenberg. Según Levinson, sería la princesa Ana quien heredaría esta preciada joya, dado que su madre había tomado la decisión de mantener vigente el legado de su amado esposo al conservar esta joya dentro del patrimonio de su familia.

¿Por qué la reina Isabel II eligió solo dos joyas para su entierro?

Aunque la soberana británica tenía una colección de más de 300 joyas para escoger, ella eligió solo dos piezas de gran valor sentimental. Como joya principal eligió su anillo de bodas, un regalo que le hicieron a sus padres, el rey Jorge VI y su madre, la Reina Madre, en 1923, y está elaborado en oro galés, un material que se convertido en una tradición dentro de la Corona británica, dado que ha estado presente en todas las bodas reales desde hace un siglo. Específicamente, el oro con el que fue realizado el anillo con el que será enterrada la reina Isabel II fue extraído de la mina de Clogau St. David. Además, también cuenta con una pieza de joyería proveniente de una tiara que le regaló el zar Nicolás II a los antiguos reyes de Inglaterra.

Por otra parte, los pendientes de perlas no tienen una historia tan sorprendente, pero sí se convirtieron en su sello personal a lo largo de sus 70 años de reinado, ya que este accesorio (al igual que su icónico bolso) era un elemento constante en todos sus atuendos para eventos oficiales.