Mario Vargas Llosa terminó harto de Isabel Preysler y Tamara Falcó. Reconoció que se equivocó. Lo supo ver ocho años después. El escritor no estaba enamorado de la ‘socialité’, simplemente fue un “enamoramiento de la pichula”, como describe en sus relatos. Su verdadero amor fue Patricia Llosa, la madre de sus hijos, con quien habría vuelto en sus últimos años de vida. El peruano vivió con la filipina ocho años, pero no era realmente feliz, vivía en una mentira. Los dos últimos años fueron un auténtico infierno. En 2020 ya tuvieron el amago de finalizar la relación, sin embargo se dieron una segunda oportunidad, ambos se hacían compañía y se venían bien mutuamente.
Aunque al romper con su madre ya no estuvo invitado a la famosa boda, Mario Vargas Llosa y Tamara Falcó tuvieron una buena relación. De su ruptura solo echa de menos a la colaboradora de ‘El Hormiguero’. Siempre la vio como una mujer interesante. Más lista de lo que podía parecer a simple vista. En más de una ocasión se les podía ver juntos compartiendo su pasión por los libros. El peruano le explicaba miles de historias y le enseñaba cada una de sus reliquias de su biblioteca. En el reality de ‘La Marquesa’ para Netflix se les vio muy bien avenidos, pero realmente todo estaba impostado. Le obligaron a participar en esa pantomima.
Mario Vargas Llosa odia las cámaras. Él no se considera un personaje público, no quiere salir en las revistas de corazón, como mucho solo en las de culto por sus trabajos. Isabel Preysler enturbió su imagen. Le obligaba a salir en los reportajes, en las portadas y acudir a eventos porque eso elevaba aún más su caché. Siempre tenían una cámara detrás, era como vivir en un ‘Gran Hermano’ permanente. Suerte que en su habitación de ‘Villa meona’ estaba a salvo. Esos muros eran infranqueables.
Mario Vargas Llosa odiaba la obsesión por las cremas de Isabel y Tamara
Esa era una de las adicciones de madre e hija que no soportaba, pero no la única. La manía que más le incomodaba de Isabel Preysler, incluso de Tamara Falcó, era su obsesión por las cremas. Llevaban a cabo todas las mañanas y las noches una rutina de belleza que se prolongaba más de una hora. Él estaba listo para salir o dormir hace horas, sin embargo la ‘socialité’ no llegaba hasta bien entrada la noche. No es algo extraño ya que a la socialité le encanta cuidarse. Es una persona que vive de su imagen.
“Después, cuando yo les pregunté por qué se preocupaban tanto por las cremas, los ungüentos, los afeites, los noté incómodos, como si hubiera violado un terreno íntimo. Luego de una larguísima pausa, uno de ellos murmuró: 'Nuestro cuerpo es sagrado y hay que cuidarlo'. Para ellos, en verdad, lo sagrado son las perfumerías y las farmacias”.
Isabel y Tamara se escandalizaron al conocer que Mario no utilizaba cremas, ni tan siquiera para tomar el sol. El escritor no entendía como una persona podía gastarse tanto dinero en cremas. Ese que ganaban “por sus trabajos eventuales y por el mero hecho de existir”.
Tamara Falcó confió en Mario Vargas Llosa a pesar de no usar cremas cuando engordó varios kilos. Le diagnosticaron hipotiroidismo y se puso en manos de especialistas. El escritor le recomendó acudir a la clínica a la que tanto él como Isabel iban todos los años. Le enseñaron a cuidar su cuerpo por dentro y a conseguir unos hábitos saludables. De ahí llegó el gran cambio.