Ágatha Ruiz de la Prada y Pedro J. Ramírez no se soportan. Sus 30 años de matrimonio acabaron como el rosario de la Aurora. Y no precisamente por el famoso episodio con Exuperancia Rapú y el vídeo sexual del periodista y exdirector de 'El Mundo'. No, Ágatha aguantó 20 años más después de aquella humillación pública. Y solo rompieron cuando su marido anunció que estaba enamorado de una tercera, quien finalmente se convertiría en su actual señora: Cruz Sánchez de Lara. La diseñadora se subió por las paredes y masacró Ramírez en el acuerdo de divorcio. Desde aquel día, Pedro es "El Innombrable". Cuanto más lejos, mejor.
Sin embargo, hay dos vínculos importantísimos entre Ruiz de la Prada y Ramírez: dos hijos, Tristán y Cósima. De 37 y 34 años, respectivamente. Son, o eran, los herederos del imperio. Y el único recuerdo potable de aquella relación, que en su momento parecía el novamás de la jet-set española. Pues bien, uno de los polluelos, con barba poblada y la cabeza más bien a la intemperie, acaba de alargar el árbol genealógico. Los ha hecho abuelos. Es decir, tenemos nuevo receptor de una herencia que será golosa: tendrá de todo menos la famosa piscina de Mallorca, la que la Audiencia Nacional ha ordenado derribar tras décadas de litigio. Tristán ha sido padre de una niña este viernes 5 de abril. Una criatura que llega con un nombre curioso en el DNI. Normal, por otra parte. En su casa son todos de lo más originales.
Tristán mantuvo el embarazo en secreto, incluso ocultándolo a su madre Ágatha. 5 meses tardó en comunicarlo a la reina de los colorines, los corazones y los lazos extralarge; vete a saber si temía que la madre se fuera de la lengua. En todo caso, el celo de Tristán se entiende mejor cuando te das cuenta de que, sobre su pareja, el oscurantismo es absoluto. Públicamente, solo ha trascendido un detalle: que se trata de una investigadora de origen vasco. Una pista muy útil para descifrar el nombre de la niña, de 4 letras, españolizado y que remite a mitología celta, pero también a la hindú.
El nombre escogido por los padres primerizos es Deva. Como el nombre de la localidad de Gipuzkoa, en la frontera con Bizkaia, pero con una V bien española. Recuerden que esta grafía no existe en euskera, es tabú. Viniendo, sin embargo, de una familia aristocrática y españolista como la de Ágatha, y de un abuelo tan patriotero como el periodista, la niña no podía ser sospechosa de connivente con el enemigo. Deva remite a "diosa", "divina", "celestial" o "brillante". Suena muy bonito, eso no hay quien lo discuta. Mejor que el del padre, seguro, también que el de su tía Cósima. En fin, que enhorabuena y bienvenida a la pequeña. También a sus familiares y a los abuelos en eterna guerra. Quizás este viernes haya tregua por Deva.