El presidente de la Federación española Luis Rubiales ha conseguido una proeza, pero en el peor de los sentidos: que se siga hablando del épico triunfo de la selección en el mundial de Australia y Nueva Zelanda, pero no por el éxito deportivo. Su comportamiento, besando sin permiso a Jenni Hermoso, tocándose sus atributos de forma burda en el palco, etcétera, lo han puesto en el ojo del huracán, y las voces que exigen su dimisión no cesan. Será difícil, su posición en la Federación está blindada. No es un organismo público: o se va él por vergüenza, cosa que parece utópica, o se produce una revuelta en la entidad, extremo también complicado. Ahora bien, que a estas alturas es una de las personas menos queridas del país parece evidente. Y las primeras molestas son las propias integrantes del equipo.
Jugadoras como Irene Paredes se han manifestado al respecto, expresando su rechazo a la acción de Rubiales. Otras, como Alexia Putellas o la aludida Jenni Hermoso, ponen distancia del responsable federativo. No quieren ni salir en las fotos. Sí que continúan con la celebración y los actos organizados como homenaje a las campeonas, como el recibimiento de ayer en las calles de Ibiza, junto a Salma, Cata Coll, María Pérez o la goleadora Olga Carmona, pero lejos de Vilda y del presidente. Y después tenemos a otra estrella del equipo, la mejor jugadora del mundial y futura Balón de Oro, que se ha mantenido al margen de todo. De la polémica, de la celebración, del jaleo. Parece que no quiere saber nada de la selección. Ha desconectado. Y ahora lo hace en casa. Hablamos de Aitana Bonmatí.
Aitana Bonmatí vuelve a Sant Pere de Ribes tras coronarse en el mundial
Seguro que la reacción de Aitana obedece también a la incomodidad provocada por la actitud de sus superiores. Con todo lo que pasó para participar en la Copa del Mundo, con jugadoras como Mapi León, Patrio Guijarro o Claudia Pina que sacrificaron la gloria para mostrar su rechazo a la gestión del combinado español, todo este escándalo era lo que faltaba para acabar de complicarlo. Qué mejor, pues, que abstraerse del mundo volviendo a Sant Pere de Ribes, su casa, y disfrutar del calor familiar y de los amigos que nunca fallan. Su sonrisa la delata, está en la gloria. No le han faltado los planes de ocio a la campeonísima.
Los amigos de la centrocampista culé la reciben en la terraza de un hotel boutique
La colla de Aitana tenía ganas de verla, de abrazarla y de curiosear todas y cada una de las vivencias acumuladas por la centrocampista culé. Quedaron en la terraza del Hotel Boutique Palou, al lado del Macizo del Garraf, una casa indiana del siglo XIX restaurada y con un jardín que es una fantasía. Se presentó allí con su medalla de oro de ganadora del mundial, un souvenir que causó sensación. "Épico hierro", le decían los colegas. "Megacampeona", escriben también. Una jugadora que está haciendo historia, y la que le queda. Por si fuera poco tiene más virtudes: la sencillez, la proximidad, la tierra.
Sant Pere de Ribes tiene una estrella gigantesca. Hija predilecta ya.