Los culés lo tienen claro: suerte que tenemos del Barça femenino. Mientras el masculino de Xavi Hernández volvía a firmar una actuación penosa en Amberes, perdiendo por 3-2 contra un equipo que nunca había ganado ningún partido de Champions League, las chicas entrenadas por Jonatan Giráldez pasaba como una apisonadora por la ciudad sueca de Malmö, goleando por 0-6 al Rosengard con un equipo diezmado por bajas de gran consideración. Da igual, no hubo color. Las culés tienen pólvora, talento y clase para exportar. Y, una vez más, Aitana Bonmatí sobresalió de manera indiscutible. La Balón de Oro siempre vale la pena. Vaya reina.
La de Sant Pere de Ribes participó con uno de los goles de la noche, alcanzando una cifra redonda y reseñable: 200 dianas. Su felicidad era total. Qué diferencia con lo que Aitana ha vivido hace pocos días con la selección española de Montse Tomé: fue señalada de manera ruin e injusta por una negligencia del cuerpo técnico, como saltar al campo en la segunda parte con 10 jugadoras. Tomé la culpó públicamente, y los primos de Zumosol de las causas perdidas, es decir, Juanma Castaño y los intoxicadores de la COPE, hicieron campaña para desprestigiarla. Se fueron calentitos. Nada de todo eso le pasará en Can Barça, donde es una ídola. Bien, de hecho lo es en todas partes, menos en casa de Castaño y alrededores. Se retratan ellos solitos. Su amargura se hace patente en sus rostros.
Uno de los condicionantes del duelo fue atmosférico. Hacía un frío que pelaba. Comprensible, claro, lo que sería raro es que en Escandinavia no lo hiciera. Todas las crónicas hablan de manera abstracta al respecto, aunque nadie miró el termómetro. En todo caso, EN Blau ha repasado los archivos meteorológicos de la ciudad y lo que registraron fue una temperatura de -3ºC. Algunos tuiteros suben la marca hasta los 7 grados negativos. Frío, sí, pero no para volverse locos. Ahora bien, que somos gente del Mediterráneo, y especialmente en Barcelona, estos baremos son impensables... y difícilmente soportables. De aquí precisamente viene el gesto viral de la jugadora catalana durante el transcurso del partido, una imagen que no se vio con exactitud durante la retransmisión, pero que gracias a las redes ha quedado al descubierto. Una anécdota muy divertida.
Bonmatí se acerca, junto con la noruega y más acostumbrada al frío Ingrid Engen, a la zona de banquillos para recibir instrucciones del técnico Giráldez. Mantienen una conversación en la que gesticulan ostentosamente: en un primer momento vemos a la mediocampista haciendo el gesto de "juntas, juntas". Pero de pronto cambia el rictus, se agarra la mandíbula con las manos, y con muchas dificultades le grita al entrenador: "¡No puedo hablar!" Después se gira, se dirige al centro del campo para continuar el partido y se tapa la cara con las manos. Helada como un carámbano. Paralizada, pero sin embargo, infalible e imprescindible. Número 1. Que aprendan en la meseta.