Aitana Ocaña ha estado en boca de todos por una obviedad que a algunos les cuesta aceptar: que ya no es una niña, es una mujer. Una mujer joven, pero ni infantil, ni adolescente, ni siquiera post-adolescente. 24 años tiene la estrella de Sant Climent de Llobregat; la conocimos con 18 en 'Operación Triunfo', el programa que cambió su vida radicalmente. Es de las pocas que han arrasado en la industria discográfica, de hecho, con una carrera consolidada. Sin embargo, hay un sector de la población, incluso entre su fandom, a quien no le gusta el nuevo rumbo profesional que acaba de empezar, a raíz del lanzamiento de Alpha, su trabajo más personal. Le pasa un poco como a Rosalía, criticada por alejarse del flamenquito y el tra-trá, y pasar al mundo Motomami. Ahora bien, en el caso de Aitana, las pullas le llegan por sus coreografías. Demasiado explícitas, dicen. Y claro, qué escándalo, cuando muchos la tienen como una estrella para niños y niñas. No puede ser.

Que la cantante haya roto con el papel asignado de 'Hanna Montana', emulando a Miley Cirus, ha sido catalogado de indecente sacrilegio, de aberración demoníaca. Un puritanismo exacerbado que no tiene ni pies ni cabeza. Entrar al debate es hacerle un favor a las corrientes más retrógrados, no hace falta darle vueltas. Que haga, que cante o que baile lo que le pida el corazón, el alma, el cerebro o la parte más íntima de su anatomía. Y al que no le guste, ya sabe: o se pone pomada o aplica el pin parental de VOX, y ya. Los complejos de la gente tendrían que ser intransferibles, el problema es suyo.

Aitana / Instagram

El alboroto en torno a la famosa secuencia de la catalana sobre el escenario durante los conciertos de su nueva gira ha sido bastante ruidoso, pero lo que realmente importa es saber de qué manera le afecta a ella. Sabemos que es sensible, que hay determinadas cosas que no le gustan, que evita según qué polémicas absurdas. Pero en esta ocasión, la insistencia por buscarle las cosquillas ha tenido premio, pasando al ataque. Parece dócil y buena niña, pero si hay que morder, muerde. Y un importante diario se ha llevado una tarascada, después de su sobreinterpetación al verla llorar en una actuación: "Aitana se derrumba en su último concierto tras las críticas recibidas por sus coreografías".

El fragmento del vídeo nos muestra las lágrimas de Aitana justo antes de cantar 'The Killers', la canción que relata su historia de amor con el colombiano Sebastián Yatra, y lo ligan con la polémica de la semana. ¿La respuesta? Hundirlos. "No la verdad que no, mi estado emocional ahí es por una canción de mi setlist que me da esa emoción cuando la canto. Nada que ver con lo otro, lo otro todo bien". Es decir: el tema de las coreos "adultas" se la suda, con perdón. Bien clarito lo deja. Catalana tenía que ser. Bravo.

Aitana / X