El ciudadano Albert Rivera ha vuelto a ofrecer una rueda de prensa. Se ve que, 3 meses y 20 días después del abandono forzoso del partido que fundó hace 13 años, tiene 'morriña' de flashes y atención mediática. Y como ha encontrado trabajo, ha decidido recuperar aquella sensación (espejismo, por otra parte) de que a la gente lo importa lo que hace o deja de hacer. Alberto Carlos será a partir de ahora el presidente ejecutivo de un despacho de abogados, pero parece que es el nuevo delantero del Barça o el investigador que ha encontrado la cura contra el coronavirus. El ego del personaje se mantiene intacto. Y la capacidad para hacer el ridículo, también.
Han sido muchísimos los medios que han dedicado grandes esfuerzos para cubrir la incorporación del exlíder naranja a la vida profesional activa. Algunas cadenas, incluso, han modificado su parrilla para emitir las palabras de uno de sus ídolos (estrellados). Ante los periodistas ha vendido el pescado con grandes palabras: "un sueño desde pequeño", dice de trabajar en el mundo del derecho. Quiere un mundo más justo, pero la sombra de Betancor es alargada. Más le valdría de vigilar con los sueños, que a veces se vuelven pesadillas. Veremos cómo le va en la nueva aventura, pero lo que ya ha obtenido es el feedback de la red, que le ha zurrado como en los viejos tiempos: "no nos importa", "quiere casito", "vergüenza", "patético"... Hay para escoger. Quizás lo siguiente será anunciar que come macarrones o huevos fritos.
El expolítico dice que su vida ha cambiado mucho desde que está lejos de la primera línea. Pues no tanto. Sigue tan enamorado de sí mismo como el primer día. Precisamente, una de las razones de su fracaso. Vaya fichaje.