Es el día de la marmota. Albert Rivera, que ahora va por la vida como 'prestigioso' abogado y escritor de éxito, se resiste a abandonar la política activa. Pero como se tuvo que largar del partido que creó, y tampoco tiene silla en el Congreso, acepta cada invitación que recibe de los medios de comunicación, especialmente de dos: Ana Rosa Quintana y Susanna Griso. En estos dos platós ha vivido los días más felices de su espejismo como gran estadista: lo recibían como un mesías y le practicaban masajes muy satisfactorios. Y, "poe los viejos tiempos", acabamos de ver pasar a Rivera por 'Espejo Público', como si nada hubiera cambiado desde aquellas elecciones de noviembre del 19.
Ver la entrevista era como tragarse capítulos repetidos de una serie de Telecinco: llegas al punto de saberte los diálogos. Repite las mismas tonterías que lo hundieron, pero él hace como quién oye llover. Hace gala de un cinismo fuera de serie, como la frase que ha hecho reaccionar a Josué Coello, uno de los periodistas más críticos del equipo de Antonio García Ferreras en La Sexta: "Estamos en una dinámica simplista en la que lo único que gana es el populismo". Eso lo dice el príncipe del populismo, de las frases vacías y de los eslóganes de cuarta. Coello no se ha podido aguantar, y lo ha regalado una bofetada humillante con aroma, sabor y ADN barcelonés: la famosa escena del adoquín modernista en un debate electoral. No hacen falta palabras, se retrata él mismo. El tuit triunfa y va agrandando una bola de nieve de memes y fotos vergonzantes de la carrera del político.
Rivera quiere acabar el año "a lo grande": metiendo la pata sin descanso. Es su legado.