Es el chef español más mediático, con permiso de Karlos Arguiñano. El madrileño Alberto Chicote, genio y figura en los fogones y en la televisión. Perdón, 'figurín': Ha perdido 40 kilos en tres años, gracias a la dieta, la alimentación saludable, a hacer ejercicio y a un ritmo de vida absolutamente hiperactivo. Comparar fotografías antiguas del cocinero y verlo en la actualidad todavía estremece (positivamente) en términos estrictamente visuales, aunque la transformación corporal vino con sorpresa: durante un control rutinario, le diagnosticaron diabetes. Ya la sufría su madre, aunque la señora lo lleva con disciplina y disfruta de muy buena salud, pero encontrarse de golpe con la enfermedad y en primera persona le hizo adentrarse completamente en la problemática. Y lo que encontró fue el desconocimiento general de la sociedad en torno a este problema, incluso el de los propios diabéticos. De hecho, Chicote destaca un dato alucinante: el 50% de los enfermos no son conscientes de que la sufren. Además, existen un montón de mitos y conceptos erróneos sobre su tratamiento. Información que Chicote quiere combatir, con su estilo sencillo y directo, haciendo aquello que mejor sabe hacer: cocinar y explicar las virtudes de una buena alimentación. El chef ha pasado por Barcelona, por la plaça del Virrei Amat en Nou Barris, donde ha atendido a EN Blau después de cocinar durante la inauguración del Healthy Food Market (8 y 9 de noviembre): un espacio donde encontrar oferta gastronómica cardiosaludable apta para diabéticos, organizado junto con la Alianza por la Diabetes. Eso sí, el madrileño 'ha venido a hablar de su libro', y no sale del guion para no indigestarse con ingredientes que son 'el pan nuestro de cada día': la política. De eso, 'ley seca', '0,0%' o dieta 'light'. Ni elecciones, ni Catalunya, ni sondeos con verduras ni nada que pueda ser polémico. Todo muy sano.
P: No se podía encontrar mejor embajador para una iniciativa como esta: eres un maestro de los fogones, tienes un carácter que conecta con el público inmediatamente, eres la viva imagen de cómo los hábitos saludables pueden hacer que una persona transforme completamente su salud e imagen personal, y además, vives muy de cerca la diabetes: tú eres un enfermo y también lo es tu madre.
R: Imagínate: ¡descubrí que era diabético cuando me había quitado 40 kilos! Tras tres años de dieta, de cambiar de estilo de vida, de cuidar la alimentación, estaba de puta madre, y en un control rutinario me dicen: "oye, Alberto, vigila que tienes el azúcar disparado". ¡Coño! Ahí entro de lleno en este mundo, y comienzo a comprobar la cantidad de desinformación que hay en torno a este problema. Que si es solo cosa de abuelos, que se arregla quitando la bolleria industrial o los dulces. No, no. Hay mucho más. Lo peor que tiene esta enfermedad parece una obviedad, pero es irrefutable: "Cómo no duele...". Hay un dato que me alucina aún hoy en día cuando lo escucho: el 50% de los diabéticos no saben que lo son. ¡Hostia! Y mucho menos saben nada sobre el tratamiento, medidas, cuidados. Hay mucho mito infundado, leer en internet es un peligro. Pero una de las claves, si no la mayor, es cuidar la alimentación. Y no hay que volverse loco: con la dieta mediterranea tenemos armas de sobra para controlarnos, para evitar sustos y no privarnos de comer bien. Verduras, fruta, pescado fresco, aceite de oliva. Cocina saludable 100%, y que previene problemas graves: piensa que los accidentes cardiovasculares están muy ligados a la diabetes. Vamos, que te puedes quedar en la calle, pum, pam, y ¡adiós!
P: ¿Es curioso, verdad? Especialmente porque hay una relación entre obesidad y diabetes tipo II. Normalmente, la persona con sobrepeso tiene más probabilidades de desarrollar la enfermedad. En tu caso, sin embargo, el camino fue el inverso: bajas 40 kilos y aparece el problema.
R: Me pasé un montón de años pesando ciento y pico kilos, y estaba como una rosa. Me hacía análisis, todo estaba bien, tenía energía. Me decían lo típico, "jo, tío, pierde peso", pero claro: eres cocinero, no ves el momento, curras un montón, no me daba para hacer ejercicio... Si lo hubiese hecho hace diez años, me hubiera quitado los kilos antes. Y de repente un día dices, hostia, me pongo. Me quedo cómo un pincel y de repente, pam: entro en el club de la diabetes. Y bueno, no queda otra, solo queda (que no es poco) llevar unos hábitos de vida saludables. En mi caso no fue traumático, porque llevaba así tres años por el tema de perder peso, solo se trata de seguir igual. Y eso sí: no salirme de madre. Pero volviendo a la pregunta, es cierto, he hecho el camino al revés. La obesidad te puede llevar a padecer diabetes . Y cuando he dejado de serlo, amí me ha aparecido. Pero era previsible, me podía haber aparecido antes. Ahora bien, si eliminas la obesidad de tu vida, tienes menos números para padecer una diabetes tipo II.
P: Te acabamos de ver cocinar recetas fáciles, sabrosas y saludables, pero teniendo en cuenta que eres un tipo que no para quieto, imaginamos que muy a menudo comes o cenas fuera de casa. ¿Es complicado juntarlo todo? ¿Cuidarse y comer en restaurantes?
R: Yo como fuera el 70% de los días del año. Es solo una cuestión de conocimiento del alimento. Que veas el menú del día y seas consecuente. Qué puedo, qué no puedo. Quitar salsas, comer fruta, etcétera. ¡Y siempre tienes una opción! No está reñido, tengas el estilo de vida que tengas.
P: Alberto, y ahora que hablas de tu día a día: ¿con qué estás ahora mismo?
R: Estamos grabando ahora un programa nuevo que se llama 'Auténticos', un programa que mola muchísimo. Estamos ayudando a gente que tiene diferentes discapacidades a que logren un sueño. Las ayudamos a que lo logren, el rollo no es "quiero conocer a mi futbolista favorito" y yo te lo traigo, no. No es el 'Sorpresa, sorpresa,' aunque algunos lo estén vendiendo así. Está siendo apasionante. Ver la capacidad de esfuerzo de gente que se ha pasado toda la puta vida luchando contra barreras, mira, ahora mismo se me ponen los pelos de punta.
P: ¿Y cómo llevas eso de ser un referente, de que la gente te quiera y te respete tanto? Hoy, en esta plaza, las miradas son de admiración absoluta.
R: La gente es muy amable conmigo, la verdad. Si hay alguien que no me quiere, tampoco me lo dice, al menos en la calle. Pero lo tengo que decir, y me sonrojo cuando lo hago: la gente me demuestra admiración, pero yo no me siento un ídolo de nadie. Pero si es verdad que para determinadas personas encarnas unos valores idealizados, y te ponen en un pedestal que pienso que no me corresponde.
P: La gente te quiere, aunque es cierto que no pasa lo mismo con ciertas instituciones, colectivos y algunos restauradores de que se consideran ofendidos por lo que explicas en tus programas. Se han enrabiado y mucho, especialmente con el 'Te lo vas a comer', cuando pones de manifiesto las costuras y la porquería que ellos llaman 'comida'.
R: Pues qué le vamos a hacer. Por desgracia, hoy en día se estafa con la comida, con lo que la gente se come. Es real. Me parece escalofriante ver gente que está sacando almeja en Portugal de playas contaminadas y les importa un puto huevo con tal de ganar pasta, como la gente que es capaz de recortar de aquí y de allá porque lo que te voy a dar de comer es esto, y cómo estás aquí metido en la residencia o en el hospital que te jodan. Me parece de ser un desalmado, están jugando con la comida y con la vida de la gente.
P: Alberto, y tú que no tienes pelos en la lengua, ya que hablamos de verduras. ¿Qué te parece la invasión de las frutas y verduras a la campaña electoral, en forma de sondeos?
R: ¿Qué? ¿En serio? Ni idea. Me suena a chino. ¿Necesitan de verdad eso?
P: Vale, pero al margen de la anécdota. Cómo ves la situación política: elecciones, Catalunya...
R: No, no, no. No sé. No me parece que el menú tenga ningún plato brillante. Y en la despensa no sé lo que hay, pero prefiero no abrir la puerta.
Chicote, mudo frente a todo aquello que no se pueda cocinar... y zampárselo. ¿'Pesadilla en la política'?. Saquen sus propias conclusiones. Mientras tanto, que nunca nos falte ni una buena comida ni una salud de hierro. Que aproveche.