Seguramente se trata de uno de los romances más efímeros del colorín. Todo empezaba hace unas semanas, cuando un paparazzi conseguía un material gráfico goloso, la hija de la hija de una súperfamosa española besándose con un futbolista de primera división: Alejandra Rubio y Carles Aleñá. Los dos sabían que había un fotógrafo siguiéndolos, pero la pasión pesó más que la cautela. Se dejaron llevar y clic-clic-clic, portada al canto. La revista Pronto conseguía la exclusiva y se adelantaba a las grandes cabeceras rosa españolas, provocando movimientos en Telecinco. Terelu Campos, madre de la criatura, no podía negar la evidencia. Allí había lío, e incluso había conocido al jugador de pasado culé. De la misma manera alertaba de los peligros que se acercaban: la exposición pública del idilio podía matarlo.
No se equivocaba demasiado. La vida amorosa de la nieta de María Teresa Campos, colaboradora habitual del programa Fiesta e influencer, es un bien preciado para la prensa del corazón. Especialmente porque ninguna de las relaciones que empieza acaban teniendo futuro. Normal, tiene 23 años y toda la vida para entrar, salir, besar y equivocarse. Saber si la nueva conquista cuajaría o no provocaba interés y morbo. Pero desgraciadamente ha salido rana. Alejandra tenía que rebajar las expectativas en su programa tras ser reñida por la presentadora. Había diferencias insalvables. La principal, que a Aleñá la exposición pública no le interesa nada. El ex de Ingrid Gaixas, con la que tiene un hijo en común, salía escopeteado y cabreado del enredo.
Carles Aleñá, una historia de amor que nacía tocada
De Carles se dijo de todo en Telecinco; que si no había estado a la altura, que si permitía que atacaran a Rubio en redes, incluso que era mentira que no le gustara la marcha mediática. La relacionaron con la rusa Katerina Safarova, concursante de 'Supervivientes' y de 'La Isla de las Tentaciones'. Incluso aseguraban que compaginaba a las dos chicas. Una batería de artillería para dejar mal a Aleñá, que rechazaba a Ale. Es cierto, eso sí, que la hija de Terelu paraba los pies a los colaboradores que se pasaban de la raya. Pero todo despedía un hedor a muerte que era imposible de pasar por alto. Si continuaban con la historia debió ser en una intimidad tan hermética como la de la infanta Cristina con su amor de la zona alta de Barcelona. Pero no, Alejandra Rubio es famosa, pero no poderosa. Ni enamorada, o eso dice ahora.
Alejandra Rubio, hija de Terelu, entierra la relación
Han pasado un par de semanas más y ya se puede anunciar que se ha producido el funeral y el entierro. No hay nada, ni siquiera las brasas. Rubio sentencia la historia en el micrófono de Europa Press, después de recoger un premio como tertuliana arisca y personaje televisivo poco amigable: ""Es mi colega y ya está. No hay amor que retomar. Tengo 23 años y tengo que vivir un poco". Dice que le cae muy bien, pero que nanay. Incluso los rumores (con mala idea) de picaflor de Aleñá ya no le afectan. Antes sí: "Yo que sé, se me ha olvidado, qué quieres que te diga". Ha remarcado antes de la despedida que la presión mediática no ha tenido nada que ver. Que se ha desilusionado y punto. La vida pasa a toda velocidad para la tertuliana, lo que ayer era negro hoy es azul y mañana verde con topitos. No tiene problemas en cambiar de opinión, e ir tirando y acumulando experiencias. También rolletes.
Réquiem para un amor. Si te he besado no me acuerdo.