Seguro que muchos lectores culés como servidor deben estar en estos momentos, con un humor de perros. Seguro que muchos aficionados del Barça hoy estamos teniendo un mal día, largo, gris, penoso, después de quedar eliminados con el PSG... Pues ahora imaginen que aparte de ser culés, trabajáramos de camareros y tuviéramos que aguantar a imbéciles como los que se ha encontrado a menudo un trabajador de un bar que ha dicho ¡Hasta aquí!, harto de peticiones miserables y de faltas de respeto... No sé vosotros, pero si hoy yo me encontrara con un cliente como el que explica este hombre, ya os digo yo dónde acabaría el café con leche: en su cabeza. Y es que no agradecemos lo suficiente a los camareros el trabajo que hacen, a menudo un trabajo muy duro, de muchas horas, y al mismo tiempo indispensable en este país. Y no solo eso, sino que algunos se creen con el derecho de poder pedir lo que sea y de tener actitudes miserables con ellos. Vayamos por partes.
Es lo que nos han explicado en el programa Aruser@s de La Sexta, el humorning show de Alfonso Arús y su tropa, exitosísimo programa que te hace despertar y empezar el día con una sonrisa de oreja a oreja... aunque en casos como este, nos haga poner de mal humor por lo sinvergüenza que se puede ser. A menudo, muchos camareros se pasan buena parte de su jornada laboral soportando peticiones grotescas y fuera de lugar de los clientes que se piensan que el resto de la humanidad hemos venido a este mundo a servir sus caprichos. Muchos camareros tienen que aguantar peticiones absurdas de los clientes, y tratos denigrantes, y encima, callar y hacer como si nada por aquella imbecilidad que se inventó alguien de que el cliente siempre tiene la razón. Me cachondeo yo de esta sandez. Porque hay clientes que no siempre tienen la razón y que a menudo, son despreciables.
Un tiktoker, @soyfelber, ha explicado a través de un vídeo en su canal un ejemplo fehaciente de este comportamiento, cosa que ha recogido Arús y ha compartido su queja. Explica el camarero que "El chico me pide un café con leche y una tostada con mantequilla y mermelada. Cuando estoy yendo a la cocina el joven me grita: 'oye, perdona, la tostada me untas tú la mantequilla y la mermelada'. Me lo dice riéndose"... Solo de imaginarme en la piel del camarero, y más hoy que estoy calentito por la eliminación del Barça, ya me entran ganas de untar, no la tostada, sino la cara del cliente, con mantequilla, mermelada y pegamento permanente. El camarero, en un primer momento, pensaba que lo decía en broma, pero cuando volvió a la mesa, "el cliente le recrimina que no ha hecho lo que le ha pedido".
El camarero, alucinando, se pregunta a sí mismo si tenía que hacerlo, por aquello de "los clientes siempre tienen la razón", pero una vocecilla interior le decía que "ni de coña lo hagas, porque vas a quedar como un imbécil. Este tío tiene dos manos, tiene pelos en los huevos, que se la unte él". Finalmente, quien pudo más fue su profesionalidad y accedió a la petición del cliente. Le honra. Pero Arús ha dicho que si le llega a pasar a él, ni de coña lo hace: "Lo siento, pero yo no se la unto ni de coña. Que cada uno se lo haga. Yo no podría ser camarero acabaría muy mal con los clientes. A mi restaurante no entraría nadie".
Le entendemos perfectamente.