El asunto de la amnistía ha convertido España en un capítulo de Walking Dead. Un país (de países) lleno de zombis pululando y desatando la violencia. La tenemos de todos los colores: puede ser violencia física, como los disturbios de Ferraz; moral e histórica, con la exhibición de parafernalia y simbología fascista, franquista y nazi; incluso mediática, todo gracias a programas como 'El Hormiguero' de Pablo Motos. El emblema de Antena 3, bajo la falsa bandera del entretenimiento blanco y familiar, no es más que un vehículo de adoctrinamiento, intoxicación y crispación política y social. Llevamos mucho tiempo, incluso años, comprobando esta deriva, pero en esta etapa han perdido el norte. E invitando a una momia como Alfonso Guerra a chochear y demostrar su miseria humana, no lo arreglarán.
Guerra, el sanchopanza de Felipe González, es una lacra nauseabunda de la familia socialista. Representa todo lo que está mal, y lo que solo tendríamos que recordar para volver a cancelarlo. Pues no: está viviendo una segunda juventud, al estilo Ramón Tamames. Pero incluso el "candidato" de la moción de censura de VOX resulta más honorable que el dirigente andaluz, marcado a fuego por la creación de los terroristas de estado de los GAL y la corrupción de su hermano, entre otras maravillas. El PP ha adoptado a Alfonso como una mascota, como ha hecho con González, Corcuera, Leguina, Redondo y otros congéneres que se oponen a las políticas y los pactos de Pedro Sánchez. Ellos son los sociatas buenos, claro. Y los llevan como vedettes de plató en plató vomitando sandeces de todo tipo: fachas, machistas, intolerantes y decrépitos. Griso le hizo la ola y ahora le tocaba a Motos. Qué infamia. Qué asco.
Guerra, contra todo lo que sea concordia, juicio y modernidad. No se podía saber. Claro, enfrente tenía a Pablo Motos, lamiéndole las botas y dirigiendo su bilis contra los objetivos marcados. Sánchez, Catalunya, amnistía e independentismo. Reproducir sus palabras al respecto provoca pereza y repulsión. Es perder un tiempo valiosísimo de vida para acabar oyendo lo que diría un Negre o Vito Quiles pero con canas y hedor a solysombra. Ahora bien, hay que destacar una expresión del conductor del show de las hormigas reaccionarias: "Tengo miedo", le dijo Motos a Guerra, hablando sobre la amnistía. Miedo es lo que provoca él a cualquier ser humano con dos dedos de frente y un mínimo de decencia. Miedo es que a un pirómano victimista como él le den un programa. Miedo eres tú, Pablito. La periodista Luz Sánchez Mellado, de El País, poco sospechosa de confraternizar con indepes y soberanistas, define perfectamente el horror visto por televisión.
Habíamos dicho que no destacaríamos el discurso nocivo de Guerra, pero es que hay cosas irresistibles. Y la barbaridad que exclamó, con el visto bueno y la ovación de su interlocutor, sobre la libertad de expresión y el humor es una de ellas. Parece que Alfonso Guerra tiene todas las cassettes de Arévalo: "Me dan mucha pena los humoristas, ya no pueden hablar de homosexuales ni de enanos". Esto es Alfonso. Repugnante. Váyase, señor Guerra. Muy lejos y cierre la puerta. Apesta.