De entre todas las muertes del confinamiento habrá una más recordada, porque no fue de coronavirus y porque arrancó de cuajo una vida muy joven. Álex Lequio, 27 años, cáncer de huesos, hijo de dos de las personas más famosas de España. Alessandro el conde Lequio ya ha vuelto a casa con su mujer y su hija de 3 años, Ginevra, y tiene otro hijo adulto, Clemente. Pero Ana Obregón no tiene más hijos, es soltera y sin pareja y ha tenido que agarrarse fuerte a sus hermanos para volver a casa y superar el vacío.
La prensa sólo la ha podido retratar con máscara por el virus, hasta ahora. Llegando a casa dentro del coche quiso dedicar una sonrisa a los que le mandan señales de pésame. Ve a la prensa gráfica baja la ventana del vehículo, se saca la mascarilla, mira a cámara y sonríe. Como una profesional, agradeciendo tantas muestras de afecto. La sonrisa congelada, forzada, sin el brillo en los ojos de la reina de la prensa del corazón durante tantos años que no podrá volver a ser nunca el que era.
Imágenes que hielan la sangre. Ana Obregón cumplió 65 años el mes de marzo, en Barcelona acompañando las curas paliativas de su hijo en la Quirón. Vuelve a casa medio ida y se abrazará a sus padres, Ana María y Antonio, ya muy mayores, que no han encontrado fuerzas para volar a Barcelona y han visto morir a un nieto de 27 años. No tiene nombre. Y Ana regala a los fotógrafos una sonrisa. Una de las últimas que le quedan.