Ana Rosa Quintana envió a casa a hacer teletrabajo a su sustituta habitual, la excelente periodista Patricia Pardo. Es una medida de prevención por si acaso ella se contagia y que pueda haber alguien que presente el programa. Pero hoy muchos espectadores habrán pensado que para quedarse en el plató y decir según qué sandeces, no hacía falta que AR siguiera al pie del cañón.

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Hace días que los programas, también el suyo, sólo hablan del coronavirus y todas las derivadas. Hace días que tomaron la sabia decisión de hacer el programa sin público. Hablan con expertos (bueno, también está Eduardo Inda en la mesa), conectan con los reporteros desplazados en los principales focos de conflicto y tratan de concienciar a los espectadores. Pero la cabra tira al monte, y por mucho que AR se ponga pedagógica, de vez en cuando no puede evitar soltar uno de sus habituales comentarios que dan ganas de cambiar de canal.

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Y eso que ellos mismos iban poniendo frases como La situación en Madrid, muy preocupante o Coronavirus: yo me quedo en casa. Medio país está en alerta, con confinamiento de pueblos y ciudades enteras, con hospitales colapsados, con recomendaciones de salir lo mínimo a las calles. Si a los propios ciudadanos españoles se les pide que estén en casa quince días, lo más normal es pensar que desde fuera del país tampoco tendrán ganas de venir a un país con tanto riesgo de contagio. Hablan de los vuelos cancelados, de los muchos países que están anulando vuelos hacia España, y a la presentadora no se le ocurre nada más que decir que "Ellos se lo pierden". Los espectadores no dan crédito:

Podríamos añadir que si los espectadores siguen mirando lo que dice Ana Rosa, peor para ellos.