Que todo el mundo mire detenidamente a Ana Rosa Quintana, porque es posible que pronto no la encuentren. Este mensaje es válido para sus detractores, pero sobre todo para sus incondicionales. Un colectivo cada vez más exiguo, por mucho que ella se autoproclame como la "T" de la palabra televisión, como la reina entre las reinas, como lo más de lo más. A Mediaset ha llegado el afilador haciendo sonar su zampoña... y con unos cuchillos de acero puro que ni los Ginsu aquellos que anunciaban en la cadena amiga en los 90. La cabeza de Jorge Javier Vázquez cuelga en el despacho de Borja Prado y Alejandro Salem, los nuevos tótems de la directiva. O cambia mucho la cosa, o la colección irá creciendo. Y Quintana empieza a tener muchos números en la rifa. Es un fracaso.
El jueves, el 'TardeAR' que tenía que salvar a Telecinco y enseñar a hacer televisión a todo el sector marcó un nuevo mínimo, 9'5% y 711.000 espectadores. Cada día más lejos de Sonsoles Ónega y del serial de La 1, 'La Promesa'. Solo supera al nuevo 'La Plaza' de Jordi González en la tele pública, una victoria pírrica. El programa no interesa, aburre, echa para atrás a los televidentes. Los colaboradores son un fiasco, sus fichajes flojos y sin nada que aportar. Incluso la gran baza de traer al torero 'El Cordobés' dos veces a la semana y hacer que compartiera mesa de debate con su ex Vicky Martín Berrocal es un fraude: el tipo ha prohibido por contrato coincidir con ella por, aseguran, no fastidiar a su mujer Virginia Troconis. Como un billete de 7 euros, vaya. Fake. Y así le van las cosas.
De momento Quintana se toma los porrazos a broma, sobre todo durante "las matrimoniadas" que ejecuta con su sobrino, sentado entre el público y soltando bofetadas consentidas por la dueña del cortijo. Bofetadas sonoras, pero que no hacen daño. Pero hay una verdad incontestable, y que ni todos los subterfugios pueden esconder: la situación es crítica, porque no ven la luz al final del túnel. De hecho la oscuridad del pozo es cada vez más negra y cerrada. O hay milagro, o el chiringuito cerrará muy pronto. ¿La prueba irrefutable? Lo que está pasando en estos momentos, mientras escribimos y leen este texto. Ana Rosa desdiciéndose y pasando por el aro.
Quintana avisó, cuando todo eran previsiones triunfalistas y la vida de color de rosa, que los viernes descansaría. Mentira. Toca trabajar también a las puertas del fin de semana, 3 horas de directo con recompensa amarga. Eso que dicen en castellano de "por la boca muere el pez" es perfectamente aplicable a su caso. El crítico de televisión Borja Terán la clava: "Algo no va bien, evidentemente," sentencia tras constatar que, por segunda semana consecutiva, Ana Rosa no está en el sofá de su casa. El final se acerca. Y tiene cierta justicia poética.