Telecinco apesta y el hedor sale de un plató en concreto: el de 'TardeAR' y Ana Rosa Quintana. El paparazzi Diego Arrabal, personaje que pasó de protegido a vetado en la parrilla de Mediaset, incendió el panorama mediático con una confesión bomba: la reina quiere marcharse. Se va. Las audiencias paupérrimas de su programa de tardes, aquel que tenía que enseñar cómo se hacía buena y rentable televisión en pleno 2024, es uno Titánic de saldo que se hunde. Tiene vías de agua por todas partes: por caduco, por manido, por sesgado, por tramposo, por rancio. Porque desde que empezó su singladura, no le ha dicho una verdad ni al médico. Mantener la engañifa durante unas semanas podía colar, que estemos a las puertas del verano y el programa se arrastre como un zombi, ni en sueños. Ni ella puede soportar tanta vergüenza.
Arrabal relataba una reunión tensa en la cúpula de Mediaset, en la que Quintana trasladaba un ultimátum disfrazado de propuesta. Dejar las tardes y volver a lo que más le gusta: el ruedo político y la arenga ultra. Es decir, robarle la silla a su discípula Ana Terradillos, la chica para todo de Unicorni Content. Telecinco tenía dos opciones: aceptar... o dejarla caer. La batalla, terrible: la cadena no quería cambios, según Diego, y los colaboradores más estrechos de Quintana le rogaban que reconsiderara la idea. Que no estaba en una posición fuerte. Y seguramente no lo decían tanto por ella, que con 67 años tiene la cuenta corriente bien llena. Quizás pensaban en las vidas del resto de trabajadores del magacín fracasado, que nunca ha llegado a una cifra maldita: el 16%. Esto decía AR el pasado mes de septiembre. El discurso ha envejecido fatal. Quizás en septiembre del 24 ya no está ni en la pantalla.
Pues bien, parece que Arrabal oyó campanas, pero que hay un trasfondo que el andaluz no conocía y que cambia la historia. Se trata, ni más ni menos, del nuevo nombramiento de presidente de Mediaset. Perdón: presidenta, Cristina Garmendia. Bióloga, empresaria y política, exministra del PSOE con José Luis Rodríguez Zapatero. La sucesora del facha Borja Prado, el gran aliado de Quintana en la ejecución de caras muy populares de la cadena, y que saltó por los aires hace meses por fricciones con los directivos italianos del gigante audiovisual. Prado y Quintana le vendieron una moto a Alejandro Salem, el enviado de los Berlusconi, que ha resultado un fiasco, una estafa. Y Mediaset, que lo que quiere hacer es dinero, empieza a desguazar el imperio de derecha extrema y extrema derecha: el fichaje de Carlos Franganillo para los informativos ya fue una señal. Garmendia remacha el clavo.
No hay que ser un analista de vista privilegiada para saber que Ana Rosa se subirá por las paredes, porque tiene el enemigo en casa. Y su rabieta justifica la amenaza de irse, de imponer su criterio, de echar un pulso. Presidenta contra presidenta, una oficiosa, la otra oficial. Si Cristina ha llegado a Telecinco para ejecutar al altavoz de Ayuso, el PSOE de Sánchez y Zapatero (que no el de Felipe González o Alfonso Guerra, más próximos a Quintana), la jugada sería antológica. El crimen perfecto. Compren palomitas, esto se anima.