Federico X es el nuevo rey de Dinamarca. Arrastrará polémica, rechazo y escándalos, pero es un monarca en ejercicio. Una realidad como un templo que harían bien de recordar determinados líderes de la opinión pública española, cortesanos y aduladores con Zarzuela y cómplices de la omertá sobre sus miserias e indignidades. Zurrar a unos y no a los otros por el sencillo hecho de "son extranjeros, no pasa nada", es la típica conducta facha. Que pase en la barra de un bar casposo, de acuerdo; pero que lo haga una autoproclamada reina de la televisión como Ana Rosa Quintana, tiene delito. Ahora, que no nos sorprenderemos: Quintana tapa la porquería de Jaime del Burgo de la misma manera que ha tapado los delitos de su marido Juan Muñoz con Villarejo, putas y coca. Es una experta en la materia.
También es una maestra de la falta de respeto, del insulto y de hacerse la digna. Cualidades que ha demostrado en infinidad de temáticas y situaciones en los platós de Telecinco: sea política, sucesos, opinión o cotilleo, siempre encuentra la manera de comportarse de manera grosera y deplorable. Ha vuelto a pasar a raíz de la coronación del hijo de Margarita y de la consorte Mary Donaldson. Es cierto que el espectáculo del monarca ha sido patético, pero ella no sería la persona adecuada para decir ni media palabra. Menos si su intervención se resume en cargar contra Federico X. No, reina, no. Cuando lo hagas con Felipe y Letizia, hablamos.
No hace falta decir que el silencio reina en todos los programas del imperio Quintana: que la reina fue amante de su excuñado es una música prohibida en el cortijo de la presentadora. Ni pashminas, ni declaraciones de amor, tampoco de guerra, podemita, la tumbona, Felipe consentidor, etcétera. Y mira que, de alguna manera, lo tenía fácil: el hijo del expresidente navarro es un correligionario de una España con tufo ultra, y su ofensiva contra Felpudo VI por la amnistía podría haber sido la excusa perfecta para sumarse a la causa. Sin embargo, ha seguido el rebaño y las órdenes subterráneas que imperan en el 90% de las redacciones de diarios, radios y teles. Sumisa con el Borbón, leñera con el Glücksburg. Y todo por, en teoría, defender a Genoveva Casanova, uno de los ingredientes del cóctel explosivo. Y con buenas amigas en las altas esferas madrileñas, como está quedando demostrado estos días.
Ana Rosa ma-ta por la socialité mexicana, que compite con la Preysler en currículum amoroso VIP: "Tiene cara de lerdo, qué mal me cae. Genoveva es una señora que tiene una amistad, un affaire o lo que tuviera. Oiga, al señor le han hecho rey, su mujer le ha perdonado y Genoveva lleva tres meses desaparecida. Me parece injusto. Esto es muy machista, una señora que no tiene que dar explicaciones a nadie. Es que me indigna". Fenomenal discurso, hablando claro. Aplíquese también al caso español. Por cierto: que si Casanova hace tres meses que está escondida y no habla, lo hace por una buena razón. Antena 3 asegura que "le están pagando por su silencio y no me extrañaría". Peste a podrido, en casa Ana Rosa y en Dinamarca.