Este 2 de mayo tenemos sorpresa: Ana Rosa Quintana no ha hecho fiesta en Telecinco. No se ha cogido el puente, ha decidido trabajar, seguramente alborotada con la última maniobra de su enemigo número 1, Pedro Sánchez. El regalo que recibía sobre la mesa para abordar en su programa, goloso: una orgía multitudinaria convocada en un festival de rock en Albacete. 7.000, 8.000, 9.000, 10.000 personas a tope. O más. Bien, eso es lo que le han vendido, y lo que su equipo le ha convencido de que era exactamente así. Le han tomado el pelo, o quizás se ha dejado engañar. El papelón de señora mayor que se escandaliza con las perversiones de la juventud le va al pelo. Y si puede colar la cosa clasista, ideológica y de credo, mejor. Se ha tirado en plancha, sabiendo que en la piscina no había agua, ni gentíos fornicando como animales, con perdón. Más bien, una persona con las ideas, el discurso y la valentía para decirle las cosas en la cara.

Concretamente, un señor que responde al nombre de Barek, miembro del colectivo que organizaba una jornada para hablar de sexualidad. Aprovechando la celebración del Viñarock, la convocatoria respondía al nombre de 'Villaorgía'. Pero en ningún momento, ni en ningún sitio del programa, se hacía un llamamiento literal a participar de una actividad como tal: en cambio, sí que aparecía un programa de actividades como una charla de bienvenida, un taller para iniciarse en una orgía y una comida de hermandad. Eso sí, con la fiambrera de casa. Todo forma parte de una forma de reivindicar que se hable abiertamente de sexualidad en un entorno festivo en concreto y en la sociedad en general. Barek, con una estética punk de cresta bien llamativa, parecía una presa fácil para Ana Rosa y el resto de comunicadores, que se han intentado reír de él. Y lo que han encontrado, especialmente Quintana, ha sido una paliza de época.

La conversación ni ha empezado bien, ni se ha desarrollado correctamente para los intereses de 'TardeAR', ni tampoco ha acabado de forma honorable. Quintana, cansada que la dejaran por el suelo, ha acabado cortando la conexión con aquella clase. Como los organizadores hacía horas que adviertían que la supuesta convocatoria multitudinaria (a la que se han presentado 50 personas interesadas en la temática) no era real, la presentadora le ponía en bandeja la arrancada, "hola, soy la manipuladora". ¿La respuesta? La evidente: "Hola, manipuladora". El resto de la charla ha sido como cuando Ana Rosa lee el guion, va perdida. Tiene una intención comunicativa clara, pero le falta todo lo demás. Sobre todo, la verdad.

Barek, de Sexsiliades / X

El caso es que la escena, tensa como pocas, ha revolucionado a las redes. Los espectadores están metiendo baza, obviamente señalando la lectura de cartilla. La periodista recordará siempre a este punk, porque la bacanal ha sido reputacional. La han hundido. Mala jugada.