Hoy en el Gran Teatro del Liceu hay 'teatro del bueno'. Pedro Sánchez y su gobierno hacen su versión de 'La Flauta Mágica', cantando 'La Traviata' para explicar L'elisir d'amore' que esconden los indultos a los presos políticos independentistas. Un espectáculo único seguido en directo por mucha gente: una parte, en el interior del templo barcelonés de la lírica, invitados por el presidente y su aparato. Una mucho mayor, en el exterior, ocupando la Rambla de Barcelona y demostrando su rechazo al acto propagandístico. Riadas de indepes se han adelantado en los Mossos d'Esquadra que tenían que proteger el lugar, formando una coral gigantesca que los abucheaba. Entre el gentío, muchísimos medios de comunicación siguiendo la actualidad. Uno de ellos, evidentemente, 'El Programa de Ana Rosa', con el reportero catalán Miquel Valls informando a pie de calle. Quintana no tenía buena cara, claro.
Mientras Valls explicaba todo aquello que estaba viendo, algunos manifestantes han aprovechado la ocasión para enseñar a cámara sus símbolos y pancartas reivindicativas. Y al darse cuenta de que el periodista pertenecía al espacio de la sesgada comunicadora, han empezado a proferir gritos en contra suya. "Ana Rosa, manipuladora". La reacción de Quintana no ha podido ser más gráfica: los retaba, a 650 kilómetros de distancia, levantando el pulgar en tono burlón y haciendo muecas. Cuando los gritos han pasado al conocido "prensa española, manipuladora", ha bajado de intensidad, pasando a interpretar un papel cínico: "No sé de qué se quejan si estamos mostrando sus pancartas". Todo para acabar soltando una obviedad y perdonar la vida a aquellos que la ofendían: "para eso está el derecho a la libertad de expresión". Y tanto que sí. El mismo que la ampara a ella para decir según qué cosas.
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Quizás Ana Rosa se esperaba otra cosa: ya saben, que la aplaudieran y le dijeran que es perfecta, ideal y la mejor presentadora del mundo mundial. Se ve que se ha perdido más de un capítulo de la trama: eso fue en la Plaza de Colón, durante la manifestación facha de su parroquia. Debe ser el calor, que hace estragos.