La muerte de Doña Ana, la madre de Isabel Pantoja, ha provocado un terremoto más en esta convulsa estirpe. La señora de 90 años y enferma desde hace tiempo ha fallecido en Cantora, el bunker familiar donde la cantante y su hermano Agustín la han mantenido al margen de la guerra familiar que los enfrenta a Kiko Rivera, y que ha acabado afectando también a su hermana Isa Pi y a la sobrina Anabel Pantoja. Tan al margen que ninguno de los nietos de la finada la han podido ver durante los últimos meses de su existencia, castigados por Isabel y Agustín. Aquí nadie se soporta, y las maniobras sucias son el pan nuestro de cada día. Pero claro: la muerte ha hecho saltar todo por los aires, y en un momento especialmente delicado: a pocas horas de la boda del Anabel en las Canarias y con Kiko e Isabelita aterrizando en la isla de la Graciosa, muy lejos de la finca de Medina-Sidonia, Cádiz.
La noticia, conocida ayer 29 de septiembre, estuvo a punto de cancelar el enlace. Anabel no quería continuar en estas circunstancias, pero una llamada de su tía le hizo cambiar de opinión. Los tres volvieron de madrugada a Sevilla con la firme intención de presentarse en la que ha sido su casa y ver el cadáver de la abuela por última vez. Un acto atrevido ya que Kiko es persona non grata, a pesar de que finalmente y pese a las palabras grandes que soltó horas antes de coger el avión consiguió llevar a cabo sin problemas. Rivera ha salido a las 4 de la madrugada del lugar, habiendo mantenido supuestamente una conversación cara a cara con su madre, cosa que no hacían desde hace mucho tiempo.
Podría parecer que la desaparición de la señora podría conseguir el milagro de reunificar a la familia, pero a medida que se van conociendo detalles esta idea pierde fuerza. Parece más bien una tregua momentánea mientras se digiere el golpe, pero se detestan. Tanto es así que, según ha revelado Ana Rosa Quintana en su programa de Telecinco, ni Isabel ni el tito Agustín tenían ninguna intención de comunicar el deceso. O cuando menos, de hacerlo tan pronto como ocurrió y mantener informada a la familia. La presentadora ha explicado que han callado el secreto durante un día. No fallecía el 29, sino el 28 por la tarde.
Puede parecer menor, pero tiene su aquel: podía haber evitado que Kiko e Isa Pi tuvieran que hacer un vuelo de dos horas largas hasta las Canarias para acto seguido volver a toda prisa. Quizás trataban de evitar su presencia en la finca y mantener así el cordón sanitario de la revancha familiar. No contaban, sin embargo, con la firme determinación de Rivera, que estaba dispuesto a todo para dar su último adiós a su yaya, cosa que finalmente se produjo, para disgusto de Agustín e Isabel.
Ya está tardando Netflix en anunciar el serial sobre las peripecias y miserias de esta familia. Como thriller no tiene precio.