El cinismo de Ana Rosa Quintana es sideral, sólo comparable a su falta de empatía, la ausencia de cualquier rastro de objetividad y a la 'rigidez' de sus preceptos morales. Sí, lo sabemos, podríamos continuar con el listado de 'medallas' de la presentadora de Telecinco, y no acabaríamos nunca. Pero resulta que la difusión de la sentencia del juicio del Procés ha vuelto a poner de manifiesto todas las cualidades que la han puesto en el trono de los matinales televisivos españoles, un vertedero desde el cual intoxica y adoctrina sin ambages a su audiencia. Quintana siempre recordará este 14 de octubre por una razón que le debería hacer caer la cara de vergüenza: decir que las condenas a los presos independentistas "son blandas". Y quedarse tan tranquila. Eso es lo que se dice tener conciencia.
Una sentencia blanda, dice Ana Rosa. Blanda . Es complicado no indignarse, por enésima vez, conaquella que aseguraba que en el 1-O sólo hubo "dos heridos". O la que silencia los chantajes de cloaca de su marido con el comisario Villarejo. Y España la mira embelesada cada mañana. Terrorífico. Tan terrorífico como la "casualidad", ha dicho, de conocer los 13 años a Junqueras, 12 a Turull, Romeva y Bassa, 11 a Forcadell, 10 a Rull y Forn y 9 a Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, mientras entrevistaban a Edmundo Bal, exabogado del estado purgado por el PSOE y adoptado por Cs, y que es el ideólogo del delito de rebelión, que ha sido descartado por Marchena y compañía. Ahora bien, el personaje en cuestión no se detiene ni ante la más sencilla evidencia, y para él les han castigado por una "rebelión en pequeñito".
Así han recibido la noticia al principal programa de televisión del estado. Imaginamos a Ana Rosa, Eduardo Inda y otros colaboradores aprovechando las pausas publicitarias para brindar por el abuso dictado por el tribunal. Algún día la historia los juzgará con ellos, ya que los magistrados no se atreven.