Los concursantes de 'Supervivientes' pasan calor, frío, cansancio y mucha hambre. Pero no es la única necesidad que preocupa y ocupa, ni mucho menos. Hay quien también busca mimitos, contacto humano, ya nos entendemos. La actual edición del reality de Telecinco nos ofrece dos ejemplos: el de Tania y Alejandro, pareja (extraña y no sabemos si demasiado sana, pero pareja) que acaba de quedar separada definitivamente por la expulsión de ella, y una incipiente, sorprendente, llena de morbo, de colorín y de carpeta. Anabel Pantoja ha olvidado definitivamente a Omar Sánchez 'El Negro', su novio canario desde hacía muchos años y con el que se llegó a casar... para separarse a las pocas semanas. Una historia rocambolesca y difícil de entender. Tanto como su unión con Yulen Pereira, otro superviviente, con quien ha pasado del tonteo a la acción.
Bueno, todavía van poco a poco, claro: no han pasado de hacer cositas en el saco de dormir y darse un beso a cámara mientras se bañaban en el mar Caribe muy juntitos. Su historia, sea la que sea, no es como la de Tania y Alejandro, que se desataban sin problemas cada vez que tenían una oportunidad. Pero el impacto de Anabel no es el del resto, por supuesto: influencer de éxito, tertuliana de 'Sálvame' y carne del chismorreo televisivo por antonomasia. A su alrededor siempre hay ruido, haga lo que haga, enseñe lo que enseñe. Y su romance con el espadachín de la selección española de esgrima es la bomba del concurso. Ahora bien, hay quien no se cree ni media palabra de esta relación. Ni por una parte ni por la otra. En el caso del deportista le acusan de buscar fama, repercusión y quién sabe si el premio final del concurso. Y después... si te he visto, no me acuerdo.
No pierdan de vista que hablamos de programas de televisión, de personajes que los contratan para ofrecer salseo y, por lo tanto, de la posibilidad de que los menos conocidos se quieran subir al carro si creen que así tendrán más opciones de futuro. Pero vaya, que si la cosa es real, nos alegramos mucho por ellos. Faltaría más. Sobre todo porque si por algo se está caracterizando esta edición de 'Supervivientes' es por regalarnos un montón de escenas inquietantes, preocupantes e incluso angustiantes. Ya era hora de contenidos más agradables. Y en este territorio, Kiko Matamoros es el puto amo. Lo hemos visto masacrado por los mosquitos, sin aliento nadando a la deriva e incluso perdiendo la piel de la oreja a toda velocidad. También vimos un trozo de su organismo flotando en las aguas donde se refrescaban sus compañeros. Y anoche mismo, otro susto cuando no podía salir por su propio pie de un agujero en la arena durante una de las pruebas. Se vivieron momentos de alarma. No le podían ayudar.
Ahora bien, para susto, el que acto seguido sufrió Anabel. Una vez liberado Kiko, ambos quisieron acabar el circuito de resistencia de la prueba y subieron a una valla escalándola. Un gran gesto de compañerismo de la Pantoja, que tiene una relación de amor-odio con Matamoros. Llegaron a la cima y cuando tenían que empezar el descenso, drama. Anabel pierde pie y cae desde 4 metros, un tortzao terrible. Afortunadamente el programa había escondido colchones bajo la arena para amortiguar posibles caídas. Y así pasó con ella, aunque el golpe de su cara contra el suelo fue espectacular. Todos corrieron a ayudarla. Todos menos dos personas: una, Kiko, que bastante tenía con evitar un desenlace similar, y el otro, el noviete Yulen. Reaccionó con un pasotismo escalofriante. Fue el último en llegar y lo hacía paso a paso, a cámara lenta, con toda la pachorra. Anabel, medio aturdida, ni se dio cuenta del gesto de su Romeo, y la vimos haciendo gracietas y mimos cuando se reencontró con él. Ay, amiga, la realidad la hemos visto todos en casa. Retratado.
No queremos ser agoreros, pero lo que mal empieza...