Las pasadas elecciones han provocado un curioso efecto dominó en según qué formaciones políticas. El descalabro en las urnas que se llevó especialmente el PP ha generado una retahíla de declaraciones y reacciones que tendrían que hacer avergonzar a más de uno, si es que todavía recuerdan lo que es la vergüenza. 66 diputados en el Congreso para los populares, 123 para el PSOE de Pedro Sánchez. Y el CIS ya lo avisó. Pero entonces, el 9 de abril, Pablo Casado iba por los atriles como si ya fuera el presidente del gobierno y se permitía el lujo de pronunciar discursos humorísticos que hoy, una vez rescatados de la hemeroteca, lo han dejado en ridículo.

@pablocasadoblanco

Pero Pablo Casado está dispuesto a atarse a su silla como si no hubiera un mañana, ya no de presidente del gobierno, sino de líder del PP, no fuera que empiecen a empujarlo hacia el precipicio. Pero al paso que va quizás no acaba ni de presidente de la escalera de su casa. Vista la hecatombe electoral, ahora Pablo Casado se ha puesto la capa de defensor del 'centroderecha' y va dando golpecitos a sus compañeros de trifachito, como los bautizaron en El Jueves, para ir colocándolos a los extremos. Ahora sí, después de que durante la campaña pareciera que se fuera a desintegrar si pronunciaba las palabras "Vox es extremaderecha", ahora lo ha dicho con todas las letras. Un oportunismo agónico ridículo:

Pero si el algodón no engaña, Casado, y otros, tampoco. Ahora que algunos han visto que España ha votado el socialismo de Sánchez, ahora que el mensaje radical que algunos escogieron no ha servido, ahora, todos quieren ir a parar al mismo lugar. ¿Cuál? El centro. Demasiada gente, como ha avisado el escritor y profesor Antón Losada en un tuit demoledor:

Normalmente, a los centros históricos de la ciudad es a donde van los turistas. Veremos si la trayectoria política de Casado es de larga duración o si en el PP hace como los turistas: cuatro fotos y marcharse.