Más allá de la histórica rivalidad entre Barça y Madrid, forjada con el paso del tiempo entre los dos equipos, últimamente los culés tienen otro equipo metido entre ceja y ceja al que no soportan: el PSG. Escaldados por la remontada de aquel histórico 6 a 1 en el Camp Nou, y porque el Barça quiso fichar a Verratti, los petrodólares de Al Khelaifi juraron venganza y pusieron el objetivo en Barcelona y ficharon, con nocturnidad y alevosía, al brasileño Neymar, deshaciendo el tridente Messi-Suárez-Neymar. A pesar de los intentos de Piqué, Neymar no sólo no se quedó, sino que hacia París también fue el símbolo del Barça, el mejor jugador de todos los tiempos, el gran referente culé, Leo Messi.
Que el PSG genera antipatías, es un hecho. Que se piensan que pueden ir por la vida a golpe de talonario para tener una colección de cromos, también. Afortunadamente, en el mundo del fútbol hay unos imponderables, unos intangibles que a veces hacen que no todo sea como debería ser. Así se explica la sorprendente eliminación del conjunto francés el pasado miércoles a manos del Real Madrid en el Bernabéu, en los octavos de final de la Champions. Ahora bien, a pesar de ser un equipo odiado y odioso, uno se pregunta con quién han empatado, quien se creen que son (cuándo no han ganado ninguna Champions en su vida) para hacer lo que hicieron el pasado sábado en su estadio del Parque de los Príncipes. Quizás los aficionados están molestos por la eliminación de su equipo, pero responsabilizar de eso a alguien como Leo Messi, es de traca.
Este domingo, el equipo de Pochettino, después del desastre europeo, recibía al colista de la League 1, el Girondins de Burdeos, y desde el principio la afición parisina mostró su rabia por la eliminación del miércoles. ¿Cómo? Dedicándole una pitada descomunal a Leo Messi y a Neymar, así como a otros jugadores. Todos, menos a Mbappé, que paradójicamente, es quien se largará este verano. Hay que tener mucha jeta y muy poca memoria, así como muy poco respeto, para silbar al mejor jugador de la historia de este deporte. Un Messi, por cierto, que tampoco es que haya hecho una eliminatoria espectacular, pero ni mucho menos ha sido desastroso. Ni él tiene la culpa del planteamiento, ni del miedo que le entró al PSG con el primer gol de Benzema, ni del error del portero Donnaruma ni de los regalos de los defensas a los atacantes madridistas.
¡Silbidos a Messi y a Neymar! ¿Se los merecían? 😲🤔
— ComuTricolor (@ComuTricolor) March 13, 2022
Luego de la eliminación en Champions League, a manos del Real Madrid, así recibió la afición del PSG maltrató a los cracks cuando la megafonía dijo sus nombres, este domingo. Los pitos son ensordecedores. ¿Deben irse de París? pic.twitter.com/WBG96OOuxw
😱😱😱 Así fueron los pitos a Neymar y Messi en la victoria del PSG sobre el Girondins, la afición pagó con ellos lo del Bernabéu... pic.twitter.com/vZ2irY0hZz
— MARCA (@marca) March 13, 2022
Pitada constante a Messi, injusta y lamentable. ¿Y quien lo vivió in situ? Ni más ni menos que la mujer del crack argentino, una Antonela Roccuzzo a la que vemos a menudo en la grada del estadio francés para ver los partidos de su marido. Este sábado al mediodía, sin embargo, Antonela sufrió como nunca, se entristeció como hacía tiempo que no lo hacía. Tanto, que incluso estuvo a punto de dejar caer alguna lágrima, teniendo que morderse el labio para reprimir el llanto. Una cara que es un poema y que no puede disimular el mal trago y la pena que sintió al oír la sonora pitada a su pareja.
Noo😔💔💔💔 pic.twitter.com/WHG2aNkr8e
— ������������ ������������������������ ��������!^!�������� *������������*���� (@Cherry_EX0) March 13, 2022
Después del partido, continuaron los reproches: "Este no es Messi, es un jubilado que llegó a París, jugó andando toda la eliminatoria, falló un penalti clave y nunca apareció", "Si quiere volver a Barcelona, que lo haga y también con Neymar, qué decepción"... Ya veremos qué pasa con el argentino y si hay alguna opción de que vuelva al Barça. Pero que no se lo pregunten dos veces a Antonela que ella seguro que lo tiene claro: después de vivir su día más triste desde que está en París, no tardaría ni dos segundos en hacer las maletas y volver a su casa de Castelldefels, donde ha sido la mujer más feliz del mundo.